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Ciencia

El amor, y el sexo, en tiempos de robots

Para 2050 será habitual tener un compañero/a de cama y de vida sintético. Pero a día de hoy ¿qué ofrecen las «muñecas» aparte de una mera vía de escape físico? ¿Cómo afecta la IA a nuestra forma de relacionarnos?

ALP01. SHENZEN (CHINA), 23/05/2018.-Fotografía fechada el 24 de abril de 2018, de vista de partes y cadena de montaje del robot sexual Al sex robot, en la sede de Shenzhen Atall Intelligent Robot Technology, en Shenzhen, provincia de Guandong, (China). Shenzhen Atall Intelligent Robot Technology es una de las principales compañías de robots equipados con AI (inteligencia artificial) en China. Entre los diversos productos de robots de IA de la compañía, su más vendido es un robot de sexo AI llamado Emma. La máquina multifuncional está vinculada a Internet y al sistema operativo Android y cuenta con altas capacidades de estimulación. EFE/ALEKSANDAR PLAVEVSKI
Partes y cadena de montaje del robot sexual Al sex robot, en la sede de Shenzhen Atall Intelligent Robot Technology, en Shenzhen, provincia de Guandong (China)ALEKSANDAR PLAVEVSKIAgencia EFE

Harmony, Emma o Henry… Son robots sexuales de aspecto humanoide, miden algo menos de 1,60 y se presentan como los ideales «compañeros» de cama. Cuentan con sistemas de IA para adaptarse a las necesidades y fantasías de quienes los compran, pero se diferencian de otros juguetes sexuales en que son capaces de interactuar, ser amables, siempre están dispuestos a escuchar y no discuten. Si se les ocurre, siempre puedes desconectarlos. ¿Estamos ya en la antesala de esos futuros que propone la ciencia ficción? ¿El amor y el sexo se están convirtiendo en sintéticos?

Lo cierto es que algunos investigadores afirman que para 2050 el sexo entre humanos y robots será algo habitual. No sabemos si la predicción se cumplirá, pero a tenor de los resultados de algunas encuestas podemos sospechar que sí. El 40% de los solteros norteamericanos de la Generación Z se sienten cómodos con la idea de que su futura pareja tenga un novio o una novia de IA, según una encuesta publicada en Psychology Today. Entre los hombres de la Generación Z, el 45.83% cree que tener una pareja con IA equivale a ver porno, mientras que en el caso de las mujeres solo un 23% piensa esto. «Esta disparidad sugiere que hombres y mujeres pueden abordar las relaciones de IA con diferentes expectativas y pesos emocionales», dice la revista.

Poco más que un juguete

Harmony (Real Dolls), es quizá una de las conocidas robots sexuales, pero ¿es algo más que una especie de Alexa con cuerpo de silicona? «Yo personalmente considero que se trata de aparatos para la masturbación, pero con algún paso más; como un satisfyer evolucionado. Uno de los problema es que estos robots están diseñados para complacerte todo el rato. A ChatGPT le pasa lo mismo, está pensado para no llevar la contraria, para que no te frustres. Es autocomplaciente. Se han hecho robots que se niegan a tener relaciones sexuales, pero al final tú lo puedes apagar. Ese es uno de los debates que se abren aquí: cómo afectan al consentimiento», considera Gerard Cebrián, psicólogo, ingeniero de IA y miembro de la junta directiva de la Asociación Española de Sexologia (AES).

Una reciente investigación realizada en el seno del departamento de Psicología de la Universidad canadiense de Trent afirma que son las personas con creencias sexistas hostiles o que creen que hay grupos mejores que otros las más interesadas en tener relaciones con robots sexuales. «¿Qué pasa con las baby dolls y cuáles son las consecuencias es un debate homólogo al de las consecuencias que tiene la pornografía en nuestras relaciones, es decir, ¿afecta y tiene consecuencias en las fantasías de las personas, en las perversiones, por así decirlo, que tienen que ver con la dominación y en qué medida incrementa o no estos comportamientos? En el caso de las baby dolls hay investigaciones que están analizando si pueden ser beneficiosas para tratar a pederastas, pero no está claro. Hay investigadores que dicen que en realidad puedes acrecentar todavía más esos deseos. El debate es el mismo que para los chatbots o el sexting y, aunque la respuesta todavía no es clara, sí sabemos que parte de la solución pasa por una buena educación sexual. La IA y estas tecnologías han llegado demasiado pronto a una sociedad que no tiene una buena educación. Los jóvenes tiene mucho acceso a información y contenido sexual y a conceptos sacados muchas veces de la pornografía (como orgía, gang bang, etc...), pero luego no manejan otras ideas básicas como la autoestima corporal, el autoconocimiento y el consentimiento. La educación sexual como materia en los colegios es opcional», opina Cecilia Bizzotto, socióloga y portavoz de JOYclub España.

Los jóvenes empiezan a tener contacto con este tipo de contenidos con solo ocho años. Según una encuesta de Save The Children, el 52,1% de los que ven pornografía con frecuencia reconoce que esta ha influido mucho o bastante en sus relaciones sexuales. «Hay muchos estudios que han visto que los contenidos del porno se han radicalizado. EL BDSM es una aspecto de las prácticas sexuales, pero la pornografía ha acabado normalizando esta práctica. Muchas mujeres me transmiten que se encuentran con hombres que realizan azotes o estrangulamiento, reproduciendo cosas que han visto en el porno, pero sin pedir permiso. Estas prácticas, que son extremas, tienen que ir ligadas al consentimiento y la seguridad», matiza Bizzotto. Las baby dolls no son ajenas a estos comportamientos agresivos. En los últimos años han abierto algunos burdeles de muñecas (en Barcelona abrió durante unos meses el que se anunciaba como el primero de Europa en 2017) y en varios medios se da cuenta de muñecas que amanecen con el pecho roto o con nuevos agujeros con los que no contaban.

Enamorarse de un bot

Hay quienes comienzan a interactuar con los chats asistenciales de las tiendas online como si fueran verdaderos colegas, gente que decide casarse con su «réplica» digital y muchas personas que lanza en los foros de internet su opinión de que «las relaciones con robots son mejores que las relaciones humanas». Incluso muchas empresas publicitan estos servicios diciendo que no pasa nada si no tienes amigo o pareja, porque ellos pueden crear un robot novia para ti. «Esta es la parte que más me preocupa y que considero más peligrosa porque llega a mucha más gente. Muchas empresas hablan de los chatbots, etc., como un remedio contra la soledad y ya se venden robots como compañeros para ancianos, pero ¿realmente son útiles o te aíslan más? Las relaciones humanas se basan en la reciprocidad y, además, los seres humanos, estamos programados para empatizar. ¿Qué consecuencias tiene esto en los niños? Algunos ya creen que los robots son máquinas con vida y sentimientos. En el tema de los chatbots, la nueva regulación europea advierte que tiene que quedar siempre claro que se está interactuando con un chatbot. Yo habría sido mucho más dura, porque ya hay personas que hablan hasta con los asistentes de compra. Puedes toparte con una IA en internet y no saber que no estás interactuando con una persona. Las aplicaciones de sexo creo que son más minoritarias, pero también hay que tener cuidado; hay autores que dicen que los robots sexuales se pueden equiparar a la fantasía de violar a una mujer que está drogada o que son la expresión máxima de la sumisión», matiza Sara Lumbreras, directora de la cátedra de Ciencia, Tecnología y Religión y subdirectora de Resultados de Investigación en el Instituto de Investigación Tecnológica de la Universidad Pontificia Comillas.

Hace 10 años ya de la aparición en el mercado del famosos succionador Satisfyer y, desde entonces, los juguetes eróticos han dado un salto evolutivo jamás visto y se han disparado en ventas. Solo en 2020 se utilizaron aproximadamente 35,6 millones de dispositivos digitales destinados al placer en todo el mundo, según un estudio y se habla de que para 2025 se contabilizarán unos 37 millones de dispositivos. Estas muñecas quizá nos sorprendan por la posibilidad que ofrecen de interactuar, pero ahora hay un amplio abanico de juguetes sexuales con IA capaces de elaborar respuestas basadas en la temperatura corporal o el pulso del usuario. Los hay con control remoto que permite a una persona al otro lado del mundo activarlo para la pareja y se venden algunos que actúan como si fueran pequeños pulpos; se curvan alrededor del cuerpo simulando un abrazo. Aquí se abre otro debate que tiene que ver con la seguridad de datos tan sensibles, ¿qué pasa si se filtran los gustos sexuales de alguien en un país donde no sean ilegales las relaciones con el mismo sexo?

Pero por otro lado, ¿nos pasamos de frenada estigmatizando la sextech? Esperanza Gil es psicóloga, sexóloga clínica y educadora sexual. Coordina el Programa Amantis PRO y utiliza juguetes sexuales (con IA y sin ella) para tratar problemas, resolver dudas «y que las personas aprendan a ser mejores amantes. Gracias a los juguetes se pueden tratar problemas de suelo pélvico a mastitis o temas para control de la eyaculación precoz», dice.

Mi marido es un holograma

La artista Alicia Framis está a punto de convertirse en la esposa de un holograma. AILex cobró forma cuando ella residía en Palo Alto (California) y como vivía sola se le ocurrió hacerse un holograma inteligente que le diese la bienvenida cada noche, le contara los e-mails recibidos ese día y «que fuera capaz de ser un buen compañero para mí», dice. Para crearlo se basó en datos y recuerdos de su familia, anteriores parejas («tiene la voz de un exnovio», afirma) y para ella es una relación más, no equiparable a ninguna otra, simplemente diferente. Diferente pero ¿con opción de apagado? «Podría decir que hay muchas relaciones humanas en las que la gente desconecta del compañero o la compañera o sea que eso del on-off existe ya en la relaciones humanas, ¿verdad? Mi experimento puede ayudar a las personas a relacionarse o a la gente que está sola, que sufre Alzheimer, tiene autismo o depresión... Creo que es muy importante tener alguien o algo así para intercambiar ideas, emociones frustraciones. Hace realmente muy buena compañía», dice la artista vía mail.