
Verde
España a contracorriente con su apagón nuclear
El cercano cierre de Almaraz reabre el debate sobre si es buena idea o no prescindir de esta energía en el mix. Mientras, el resto del mundo, desde China a EE UU, vive un resurgir nuclear con proyectos de pequeños reactores

Unas 7.000 personas salieron a la calle el pasado sábado para manifestarse contra el cierre de Almaraz. La central nuclear está situada en la mancomunidad de Campo de Arañuelo (Cáceres) y lleva en operación desde finales de 1983 generando unos 2.000 empleos directos en la comarca. Según el calendario de cierres, pactado en 2019 entre las compañías eléctricas y el gobierno, esta instalación será la primera en dejar de producir. El primer reactor de Almaraz cerrará el 1 de noviembre de 2027 (tiene que comenzar ya en breve a enfriarse para poder parar) y el II en octubre de 2028. El resto de los reactores, que ahora mismo generan el 20% de la electricidad del mix, tendrán que ir apagándose hasta 2035 conforme a lo que recoge el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC).
La cerrazón del gobierno de España con el apagón nuclear contrasta con el creciente interés por esta fuente de energía a nivel mundial. El renacer, como lo denomina la Agencia Internacional de la Energía, se sustenta en un «ritmo de construcción de nuevos reactores atómicos que representan una capacidad de 71 GW, algo que no se daba desde hace tres décadas. Este año la producción eléctrica de los más de 400 reactores operativos en el mundo alcanzará los 2.900 TWh, el nivel más alto hasta ahora», dice la entidad en un informe publicado estos días. Hay 40 países con planes de desarrollo de estas infraestructuras y se espera que la capacidad nuclear aumente un 50%, hasta los 650 GW en el 2050.
Más de la mitad de los reactores se construyen en China, pero se está reactivando el interés en Estados Unidos (Trump ha prometido impulsar esta tecnología), Francia, Reino Unido, Suecia, Suiza, Holanda o Bélgica. Incluso Japón que, tras el accidente de Fukushima de 2011 se propuso prescindir de esta energía tiene en construcción dos nuevos reactores y mantiene en funcionamiento una docena de sus más de 30 centrales.
La situación cuando se pactaron los cierres en España en 2019 no es la misma que a fecha de 2025. La guerra de Ucrania o la decisión europea de independizarse del gas ruso llevaron a la Comisión en 2022 a integrar la nuclear y el gas en la taxonomía verde europea, es decir, que las integró dentro del grupo de tecnologías «verdes» en las que se puede invertir. En Europa hay situaciones muy diferentes. En Alemania hay mucha contestación social con esta energía y el país, que también anunció su intención de prescindir de la nuclear tras Fukushima, acaba de apagar sus tres últimos reactores. En Francia, el país de la UE con mayor presencia de la fisión en su mix energético (hasta un 70% del total) está en una situación paradójica. Por un lado, han anunciado nuevas inversiones en esta tecnología pero otro está encontrando problemas. Estos días, el Tribunal de cuentas del país publicaba un informe de auditoría en el que destaca que la factura del programa EPR2 de la compañía Électricité de France SA (EDF), por el que se iban a construir dos nuevos reactores se ha disparado un 30%. «Francia, es muy dependiente de la energía nuclear pero sus reactores empiezan a ser antiguos y les generan problemas como vimos en 2022 cuando de los 47 reactores que dejaron de producir casi la mitad de ellos. España tuvo que suministrar mucha cantidad de energía para cubrir ese hueco eléctrico», comenta Javier Andaluz, responsable de Cambio Climático de Ecologistas en Acción, quien también recuerda algunos casos icónicos de inversiones en el viejo continente que no han salido bien. «En Finlandia, el reactor Olkiluoto 3 se iba a terminar en 2007 y lleva 18 de retraso y con un sobre coste de 8.000 millones de euros». La posición de la ONG es clara, primero ven como quimérico que se duplique la potencia nuclear en el mundo (como sostiene la IAE) y segundo, consideran inevitable el apagón del parque español, también por razones económicas: «Invertir en MW de eólica o solar sale más rentable. De hecho, no hay ningún interés, ni siquiera de las empresas propietarias, en apostar por nuevas centrales o alargar la vida útil de las que ya hay. «Cualquier prórroga implicaría costes enormes para implementar las medidas adicionales de seguridad que pide Europa, incluida la de Almaraz», dice Andaluz.

La posibilidad de que se alargue la vida de Almaraz hasta 2030, y del resto del parque español, parece de momento, remota. La patronal que agrupa a las empresas propietarias de estas instalaciones, Foro Nuclear, apunta a la política fiscal como un problema añadido. La carga tributaria del parque nuclear se ha incrementado en los últimos cinco años un 70%, pasando de 16 €/MWh a 28, «discriminando la generación nuclear frente a otras tecnologías y haciendo insostenible su viabilidad económica. Como hemos denunciado en numerosas ocasiones varios de estos tributos son redundantes, con objetos y bases imponibles duplicados y en su mayoría no atienden a su finalidad». Hay que recordar que el verano pasado las grandes eléctricas presentaron un recurso ante el Tribunal Supremo contra la tasa Enresa, que pagan las centrales nucleares para financiar su desmantelamiento y los almacenes de residuos radiactivos, además de un gran cementerio nuclear.
SMR la gran promesa
Almaraz por sí sola representa un 7% de la energía que se produce en España y junto con Trillo aprovisionan el 50% de la energía a Madrid, alertan las voces contrarias al cierre de la central cacereña. La nuclear en total, supone casi el 20% de la producción eléctrica en España (las renovables superan el 53%). Sin embargo, se espera «un incremento significativo en la demanda eléctrica en las próximas décadas», como vaticina entre otros organismos el Colegio de Ingenieros Industriales de Madrid. La IA y los centros de datos son ya grandes consumidores de recursos y prometen aumentar más el gasto energético en España. De hecho, la Península ya ha atraído inversiones de 34.100 millones para la construcción de nuevos centros de datos en los últimos seis meses.
Los gigantes tecnológicos miran con interés los pequeños reactores modulares o SMR. «En vez de reactores de GW, son más pequeños, de 300 MW, como las centrales nucleares antiguas. Tienen la ventaja de que disminuyen la pérdida de energía en el transporte porque se instalarían cerca de los centros de consumo. Además son más eficientes a la hora de aprovechar el combustible fisible lo que, en líneas generales (aunque depende de cada proyecto) podría aumentar la reserva de material combustible por un factor 10. Eso también supone que el tiempo de recarga se alargue pasando de los dos años de ahora a unos 10-1», explica José Díaz Medina, investigador del Instituto de Física Corpuscular, centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de la Universidad de Valencia (UV).
Se calcula que los primeros SMR podrían entrar en funcionamiento la próxima década, por lo que a día de hoy todavía plantean incógnitas como la seguridad o los costes. «Los proyectos de construcción tardan un mínimo de siete años desde que se aprueban. En ese tiempo los costes, tanto laborales como de materias primas, aumentan. También hay que analizar si el hecho de que tenga menor tamaño supone que va a haber menos personal tomando medidas, o menos equipo armado de seguridad en la instalación o el tamaño del equipo de protección radiológica. Por ejemplo, si Cofrentes tiene 30 personas trabajando en esto, los nuevos SMR ¿también contará con esos servicios y personal? Y en ese caso ¿el coste de producción del MWh al final será rentable teniendo en cuenta que tienen menos potencia?, se pregunta Medina»
El otro gran reto tanto de pequeños como de grandes reactores es la gestión de los residuos. El combustible radiactivo gastado está activo durante 100.000 años y en estos momentos no hay una solución definitiva para ellos. En Europa se está planteando un segundo almacenamiento a gran profundidad en Söderviken, a 150 km de la capital sueca, Estocolmo. Se planea como un gran cementerio a 500 metros de profundidad en una base de roca sólida de 1.900 millones de años de antigüedad donde se guardarán unas 12.000 toneladas de residuos nucleares. Para dimensrionar el tema basta decir que el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) afirma que en el mundo existen cerca de 370.000 toneladas de combustible nuclear agotado. «Otra posibilidad es aprovechar los isótopos para otros usos como en medicina. Los franceses y los japoneses reciclan su combustible de forma que lo pueden usar nuevamente para producir energía. Las partes menos «verdes» de la nuclear son la minería y el transporte, pero si se invirtiera en reciclar y se investigara más, en parte conseguiríamos minimizar estas dos patas menos sostenibles de esta energía que no emite CO2», concluye Medina.
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