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Alerta agrícola

Los graves daños escondidos detrás del cultivo industrial de aguacate en España

Las plantaciones de este fruto se propagan por el sur del país, donde denuncian la existencia de pozos ilegales, un aumento del estrés hídrico y una mayor degradación de suelos

Plantación de árboles de aguacate
Plantación de árboles de aguacateDreamstime

El consumo de aguacate está de moda. El mercado europeo demanda unas 5.500 toneladas cada semana y España es el mayor productor del continente. Por esta razón, el sur de nuestro país atraviesa un grave problema medioambiental relacionado con el cultivo industrial de este fruto. Los recursos hídricos se agotan, la erosión de los suelos aumenta y se incentiva la destrucción de un sistema basado en explotaciones familiares.

Estas son algunas de las impactantes conclusiones que se extraen del nuevo capítulo sobre extractivismo agrario del informe El verdadero precio de los alimentos. La cara oculta de la agroindustria en la península ibérica, publicado por Ecologistas en Acción. El trabajo pone de relieve que el precio de venta del aguacate no para de subir. Un «boom» que ha llevado a muchas empresas agrícolas a abandonar otros cultivos y fomentar únicamente el de este fruto. La superficie cultivada ha aumentado un 30% en nuestro país desde 2018. El problema es que en muchas de esas partes no llueve lo suficiente, produciéndose una sobreexplotación del agua.

Provincias como Málaga y Granada están plagadas de campos de aguacates, un fenómeno que se observa cada vez más en Cádiz, especialmente en Campo de Gibraltar. «Esta zona está protegida y ha sufrido un incremento brutal de plantaciones. Hay unas 3.000 hectáreas de cultivo, de las cuales al menos 1.000 son totalmente ilegales», alerta Juan Corrales, portavoz de Ecologistas en Acción en Verdemar-Campo de Gibraltar. Por ilegales se entiende que las plantaciones figuran como secano, pero en realidad de regadío, alimentadas en muchas ocasiones por pozos clandestinos o a través de la reventa de agua por comunidades de regantes.

«La semana pasada detectamos más de 1.000 pozos ilegales solo en la zona del Campo de Gibraltar», informa Corrales. En 2017, entre el 30% y el 40% de las casi 13.000 hectáreas de regadío en la comarca de la Axarquía (Málaga) eran plantaciones ilegales. A pesar de las graves sequías de los años posteriores, la superficie de riego ha seguido creciendo hasta alcanzar las 15.000 ha en la actualidad. «Para que nos hagamos una idea, un campo de golf de 18 hoyos tiene 60 hectáreas y gasta 60.000 m3 de agua. La misma superficie en cultivos de aguacate requiere 600.000 m3 de agua», añade el ecologista.

«Nos encontramos un panorama, desde el punto de vista hidrológico, imposible», conviene Rafael Yus, portavoz de Ecologistas en Málaga. Además de la «enorme huella hídrica, se arrasa con toda la vegetación anterior, dejando pelados los montes para cultivar aguacate. Se hacen terrazas o taludes que se erosionan con la lluvia», manifiesta. Esto, sumado al déficit de agua, provoca la «pérdida de ecosistemas fluviales y de biodiversidad». También tiene una huella de carbono: «Para que gran parte del agua llegue a la ladera se tiene que bombear, aumentando el consumo energético».

Por último, este modelo agroindustrial genera desigualdades. En las zonas productoras, las rentas agrarias son de las más bajas del país, con Moclinejo en la Axarquía registrando 7.972 euros por persona al año. En términos de empleo, solo se contrata a una persona por cada cinco hectáreas de aguacate, mientras que el cultivo de hortalizas emplea a 15 personas en esa superficie. El colectivo advierte que este sistema se está expandiendo a otras provincias como Huelva, Murcia, Alicante o el Algarve, lugares con pocas precipitaciones que no se ajustan a las necesidades de riego de este fruto subtropical.