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La contra

Amitav Ghosh: «Los hijos de los ricos que colonizaron el Sur, ahora quieren conquistar Marte»

El escritor y profesor de Antropología en la Universidad de Columbia juega con las metáforas en su última obra, en la que sostiene que la dinámica que nos ha llevado a la crisis climática hunde sus raíces en el colonialismo occidental

El escritor indio, Amitav Ghosh. Paris, 31/8/2021.
El escritor indio, Amitav Ghosh. Mathieu Génon

En 2007, Amitav Ghosh retiró su célebre novela, El Palacio de Cristal, de la consideración para el prestigioso Premio de Escritores de la Commonwealth, citando la historia colonial asociada a este galardón. Este es tan solo un ejemplo de cómo, a lo largo de su carrera, el laureado escritor indio ha observado el mundo que lo rodea con una mirada crítica, traducida en varias novelas y obras de no ficción, siendo la última La maldición de la nuez moscada: Parábolas para un planeta en crisis (Ed. Capitán Swing).

En ella explora la brutal masacre cometida por la Compañía Holandesa de las Indias Orientales en las Islas Banda en el siglo XVII, el único lugar del mundo donde crecía el árbol de la nuez moscada. Con un puñado de ellas, podías comprar una casa o un barco, motivo por el que se exterminó a los indígenas que allí vivían y se instrumentalizó su naturaleza. El relato funciona como una metáfora sobre las «nueces de nuestro tiempo», siendo la más evidente los combustibles fósiles o los minerales para fabricar tecnología.

Sitúa el origen de la crisis climática en la historia de la nuez moscada, en 1621. ¿Por qué?

Me pareció ilustrativa. El árbol de la nuez moscada era importante para los habitantes de la Isla de Banda (Indonesia). No solo basaban en él su economía, su relación con este árbol y con la naturaleza era cultural y espiritual. Pero ese mismo árbol se convirtió en una maldición para ellos, porque condujo al exterminio de las poblaciones originarias. Esta historia se ha repetido una y otra vez en el tiempo con otros recursos naturales como el té, la caña de azúcar, el opio o los combustibles fósiles. El algodón condujo a la esclavitud de millones de africanos. El oro desplazó a los indígenas Norteamericanos y el petróleo arrincona hoy a los Latinoamericanos. El cambio climático también es la consecuencia de ese extractivismo global.

¿Hablamos de una cuestión de racismo o de clasismo?

Creo que una persona blanca podría haber escrito un ensayo similar al mío. En Holanda llevan años revisando su historia y hay una buena producción de obras anticolonialistas. Los jóvenes europeos están viendo hoy el terrible coste de lo que sucedió en el pasado y se han organizado en movimientos como Fridays for Future. Gran parte de la resistencia hacia los combustibles fósiles está teniendo lugar en Occidente, no en India o Brasil. El colonialismo ya no es una historia de razas. Es una cuestión de élites.

¿Y por qué fracasan los partidos verdes en Europa?

Porque no tienen nada interesante que ofrecer a la gente. Continúan basándose en un desarrollo sostenible sustentado por las empresas de combustibles fósiles. Durante demasiado tiempo, los países ricos han estado sermoneando a las economías en desarrollo sobre el cambio climático mientras explotaban sus tierras. Una hipocresía. El problema es que faltan políticas idealistas. Los movimientos que sí están funcionando, lo hacen porque se sirven de una resistencia vitalista.

Mira el caso de Nueva Zelanda o de Ecuador. Hasta ahora, se consideraba que el Parque Yasuní era una zona protegida, pero su subsuelo rico en petróleo era propiedad del Estado. Los indígenas se movilizaron y lograron que millones de personas votaran en referéndum la expulsión de esta zona de la explotación de petróleo [un 12% de la producción nacional] y se reconociera la propiedad colectiva de los pueblos indígenas, que la ocupan desde tiempos ancestrales. La gente está empezando a reconectar con la Tierra de maneras muy importantes, hasta el punto de que se habla de los derechos de los árboles y de los bosques. En este momento en particular, tenemos mucho que aprender de las personas indígenas del mundo. Creo en esos movimientos porque son vitalistas.

¿Los supermillonarios son los nuevos colonos?

La mayoría (si no todas) de las megacorporaciones y fondos de inversión tienen conexiones con los combustibles fósiles. El dinero de los billonarios indios procede del petróleo y son los que controlan de verdad el Estado. Creo eso; creo que la mayoría de los Estados del mundo están secuestrados por los intereses de la industria fósil. Es realmente escalofriante. Porque estamos una vez más ante el mismo modelo colonialista y extractivista que creó este desastre.

¿Este pensamiento propiciaría la existencia de proyectos para migrar a Marte o la Luna?

Igual que los colonos «terraformaron» la Tierra para extraer de ella, los ricos quieren terraformar Marte, hacer habitable su atmósfera; es ridículo. ¿De verdad creen que su «casa verde» va a funcionar en el planeta rojo? Buena suerte. Lo peor es que no sueñan con un futuro en nuestro planeta. En su lugar, sueñan con una fantasía colonial llevada al extremo. De hecho, muchas de las personas que la alimentan descienden directamente de empresas cuya fortuna viene del colonialismo. Los hijos de los ricos que colonizaron el Sur, ahora quieren conquistar Marte y dejarnos atrás. El culmen de la fantasía genocida.