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Las olas de calor marinas nos están dejando sin sardinas
Un estudio calcula el impacto para la pesca y la acuicultura del aumento de la temperatura oceánica en todo el mundo, especialmente el Mediterráneo

Un nuevo comentario publicado en la revista científica Nature Climate Change por un equipo internacional de biólogos muestra los devastadores efectos que las olas de calor marinas causaron en todo el mundo en 2023 y 2024. El aumento de la temperatura media de la superficie del mar –amplificado por el calentamiento global, «El Niño» y una nubosidad muy baja–, dio lugar a un número sin precedentes de olas de calor marinas extremas. En los dos últimos veranos, hubo de media un 240% más de días de olas de calor marinas que en cualquier otro estío registrado (desde 1983).
Esas temperaturas récord tienen graves consecuencias para los ecosistemas marinos y, por ende, para las comunidades costeras. «Los principales impactos de las olas de calor marinas que hemos visto en los últimos dos años han sido el blanqueamiento masivo de corales, la aparición de especies en nuevos lugares y el número de fenómenos meteorológicos extremos en tierra», señala Kathryn E. Smith, doctora de la Asociación de Biología Marina del Reino Unido y autora principal del artículo.
El trabajo realiza una radiografía del efecto de las olas de calor marinas en el mundo: en Nueva Zelanda, en 2023, provocaron el ciclón Gabrielle, que mató a 11 personas y causó daños por valor de más de 8.000 millones de dólares. También provocaron que las anchoas peruanas se alejaran de sus aguas habituales, en 2023 y 2024, con unas pérdidas estimadas de 1.400 millones.
En Europa, el aumento de la temperatura de los océanos provocó la tormenta Daniel en 2023, que causó inundaciones mortales en Grecia, Bulgaria y Turquía. Las olas de calor marinas también han perjudicado a las poblaciones de peces y casi causaron la extinción del mejillón abanico en el Mediterráneo. Las poblaciones de aves marinas de Escocia se vieron afectadas al disminuir sus fuentes de alimento, mientras que la acuicultura sufrió pérdidas por la proliferación de algas nocivas.
Frente a las costas del norte de España, las olas de calor marinas han afectado al marisco. Los pescadores catalanes se quejan de que las gambas y las sardinas se han marchado hacia aguas más frías y cada vez sacan más alachas africanas. Mientras, especies invasoras como el pez león, que, además de venenoso es propio del Indo Pacífico, empiezan a colonizar el Mediterráneo y ya están presentes en las Islas Canarias.
El trabajo de Ariadna Mechó, bióloga e investigadora en el Departamento de Ciencias de la Tierra del Barcelona Supercomputing Center - Centro Nacional de Supercomputación (BSC-CNS), se centra en analizar datos para saber cómo el calentamiento oceánico está afectando a los ecosistemas marinos. «Algunas especies como la sardina en el Mediterráneo o el bacalao en el Báltico, se empiezan a mover a aguas más frías», subraya.
Pero esta no es la peor de las consecuencias para el pescado. Hay otras especies que «no se pueden mover, porque todos sus esfuerzos se enfocan a sobrevivir a un clima que no les va del todo bien», destaca. Eso, dice, «los vuelve más frágiles; más sensibles a cualquier tipo de enfermedad y, por lo tanto, se pueden extinguir».
A modo de conclusión, el trabajo pone de relieve que el océano desempeña un papel vital en la regulación del clima, la vida marina y el suministro de alimentos y puestos de trabajo. En los últimos dos años, las olas de calor marinas han obligado a cerrar pesquerías y acuicultura, aumentado los varamientos de ballenas y delfines y provocado el cuarto blanqueamiento mundial de los corales. Por eso, los investigadores animan a tomar medidas de prevención para reducir su impacto.
En Australia una cuarta parte de la población de gallineta nórdica, especie en peligro de extinción, fue trasladada a acuarios antes de la ola de calor y liberada de nuevo cuando las aguas se enfriaron. En EEUU, algunos corales y caracolas se trasladaron a aguas más profundas y frías. En Perú, el gobierno pagó prestaciones a los pescadores que no pudieron hacerse a la mar cuando se vieron obligados a cerrar la pesquería de la anchoa.
Los investigadores consideran que una mejor previsión y los planes de respuesta rápida podrían haber reducido los impactos en otras regiones. Además, expresan que si se continúa la quema de combustibles fósiles y la tala de bosques, las olas de calor marinas podrían ser 20-50 veces más frecuentes y diez veces más intensas a finales de siglo.
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