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La contra
«Todos los pueblos tienen una historia que tomar en serio»
Marit Kapla
Escritora y periodista sueca
Osebol es un pueblo apartado, acurrucado por el río Klarälven. Sin tiendas, ni cines, ni bares. Allí, las relaciones echan raíces y lo único que rompe el silencio es el sonido del los árboles mecidos por el viento. Su existencia agoniza. La automatización de la industria maderera espantó a la población. Apenas llegan a los 40 habitantes, pero sus voces quedarán plasmadas en un libro convertido en un inesperado fenómeno en Suecia. En él, Marit Kapla entrevista a casi todos los aldeanos (entre 18 y 92 años), tejiendo un conmovedor testimonio de vidas ordinarias que no suelen ser escuchadas.
¿Por qué se acordó de Osebol?
Llevo 25 años viviendo en Gotemburgo, la segunda ciudad más poblada de Suecia. Cuando decidí escribir el libro, me di cuenta de que la aldea en la que crecí se ha vuelto exótica, tanto para la sociedad como para mí. Ya no es común crecer en un pueblo ni habitar en él. A menudo nos preguntamos «¿cómo pueden vivir así?», «¿cómo se las apañan en su día a día?», «¿en qué trabajan», y «¿con qué sueñan?». Eso es, principalmente, lo que quería reflejar. Y debo destacar que no hay una sola emoción, ni un solo trabajo ni un solo sueño.
Para 2050, el 70% de la población vivirá en ciudades . ¿Morirán los pueblos?
La gente que vive en zonas vaciadas está triste, pero es orgullosa. Aman el lugar en el que viven. No creen que vivan en el lugar equivocado. La urbanización es una fuerza muy poderosa; y resistirse a ella es realmente difícil para una pequeña comunidad. La corriente te lleva a trabajar en la ciudad, a tener el hogar cerca del empleo, de las tiendas, de los colegios… te lleva a tener una vida más «conveniente». Yo soy una de esas personas. Yo también antepuse una vida conveniente al amor que siento por Osebol. Pero creo que los pueblos son lugares importantes. Durante la pandemia, quien tuvo la oportunidad de irse al campo, lo hizo. Esa es la cruda realidad de la vida: cuando temíamos por ella, no nos quedamos en la ciudad. Volvimos a nuestros Osebol.
Es una historia universal.
¡Justo! El tema de Osebol no es el éxodo rural en Suecia. Ni siquiera es la despoblación de los pueblos del mundo, pesar de que cada país pueda reconocerse en algún renglón. Osebol es un libro sobre lo que es estar vivo, sobre lo que significa nacer, crecer, ser parte de una familia y formar parte de una comunidad; y también es un libro sobre envejecer y morir. Es una historia sobre la vida y la muerte. Es una experiencia universal. Es una historia de vecinos que cuentan historias tristes, historias alegres, historias de muerte, historias de padres que te abandonaron o de un amor encontrado a la vejez. Historias sobre la importancia de la amistad. Es cierto que también se ven las particularidades de este pueblo, en el que 40 personas que viven en mitad del bosque lidian con el aislamiento del invierno, con los lobos y con las largas distancias… pero es a la vez tan particular como universal.
Algunas personas nacieron allí; otras lo escogieron. Incluso una emigró desde Silicon Valley.
Sí, y ése quizá fue el mayor descubrimiento de mi investigación. ¡Había gente que volvía a Osebol! Yo me fui en el 89. Empecé a realizar las entrevistas en 2016. Mi familia llevaba ausente en el pueblo 7 años. Y, cuando regresé, descubrí que varias personas que se habían mudado del pueblo a otros países de Europa, incluso a Estados Unidos, habían vuelto. ¿Por qué? Porque buscaban algo que no pudieron encontrar en las áreas urbanas. Por ejemplo Ingrid, que, como has mencionado, creció en Silicon Valley. Cuando le pregunté por qué había vuelto, respondió: «Quería paz». Otros decían calma o naturaleza. El denominador común es que no eran felices en la gran ciudad por diferentes motivos, y que ninguno tiene miedo a los retos. Tienes que ser bastante independiente para pasar de vivir día a día a planear tu vida; de ir a comprar el pan al salir del trabajar a hacer la compra, a tener que recorrer 30 kilómetros; de hacer planes en Navidad a recoger provisiones para no salir de casa en todo el invierno... No es para todo el mundo, así que el hecho de que haya personas que lo prefieran quizá es una señal de que la gran ciudad no es tan «conveniente» como creíamos.
Son pocos y aislados. ¿Cómo es para los vecinos de Osebol aparecer en un best seller?
El pueblo de Osebol ha forjado su personalidad a través de la creencia de encontrarse lejos de todo y, en particular, del poder político. Así que, por lo general, la gente está convencida de vivir en un sitio particularmente indeseable que no interesa a nadie [ríe]. Pero a mí me impulsaba la idea de que todos y cada uno de los lugares del mundo tienen una historia que puede y debe tomarse muy en serio. Cada persona que entrevisté tuvo la oportunidad de revisar sus palabras, cambiar cosas o añadirlas. No puedo hablar por todos, pero cuando empecé a realizar las entrevistas, sentí que era importante para ellos que, por una vez en la vida, alguien les preguntara qué sentían. Que por fin era su turno de hablar sobre qué significa perder un tercio de la población en pocos años. Quería saber cómo es para una mujer de 92 años ver que el único lugar que conoce en el mundo se está muriendo con ella. Sobre todo, eso: ellos tenían ganas de importar, de reclamar su espacio.
¿Ha cambiado la vida allí después del libro?
Hay caras nuevas en Osebol. Especialmente, lo que en el pueblo han identificado como ‘book-turists’ (turistas de libro). La única forma de reconocerles es por cómo conducen: pasan muy, muy lento por la villa y, si paran, no lo hacen en el pueblo, sino sobre el puente o delante del cartel en el que pone «Osebol», para hacerse un ‘selfie.’ La vida continúa siendo igual en Osebol, pero los vecinos se muestran muy orgullosos de su libro.
El perfil:
El libro que puso en el mapa a una aldea que moría
Marit Kapla, que dirige una revista cultural y es además documentalista cinematográfica, nació en Osebol. Como todos los jóvenes, pronto se marchó a la gran ciudad. Solo quedaron el albañil, la profesora sin colegio, el inmigrante afgano o «mi canguro, una alemana que llegó después de la segunda guerra mundial». Pero la repercusión mediática del libro ha afectado a la vida del pueblo. La autora celebró allí la concesión del premio August, principal galardón literario sueco. Un turismo incipiente ha llegado a Osebol y la gente se pregunta: ¿eso será bueno o malo?
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