Opinión
Politicometrías
No pocas veces y a no pocas gentes, y entre ellas algunas muy notables y entendidas en estas cuestiones de la política, he oído y visto mostrarse tan absolutamente desconcertadas ante las divisiones y subdivisiones casi linneanas de las ideologías políticas, que sólo por eso puede perdonarse su propia incapacidad. La asignatura terrible de los que estudiaban Farmacia fue en otro tiempo la casi infinita clasificación latina que el señor Linneo hizo con las plantas, pero ahora podemos comprobar que en el ámbito de la cocina o de la política las mezclas y revueltos y sus nombres no son asuntos menos complicados.
Porque, ¿qué puede significar centro derecha o centro izquierda, y cómo sabemos si el pensamiento expresado está en el centro o en los cabos de un partido? ¿Cómo se sabe cuál es el centro y las cabeceras de un supuesto sistema de ideas? Y, a estas alturas de la técnica en que estamos, resulta un incordio que no haya un aparato de medir o pesar estas finuras políticas, redondas o picudas, pero parece que dispone de una especie de sintomática como para los diagnósticos.
Acaba de suceder precisamente que un líder del centro-derecha, si rechazara una ley que facilitara el aborto, se convertiría en extrema derecha, porque el aborto en vez de ser un asunto moral y de precaria civilización, es una clase de síntoma médico o una señal de que una democracia ya está en la extrema derecha, donde, aun sin salir de la democracia, se señala como situación peligrosa. Y, sin embargo, parece que se puede estar tranquilamente en el territorio fronterizo de la extrema izquierda de la derecha, cuyo centro da la sensación de que tendría que ser una realidad sin sabor, sin olor sin color ni demás etcéteras, pero que sería una situación políticamente virtuosa que va adquiriendo todas las bondades del mundo si evoluciona hacia la izquierda desde ese imaginario centro, que se convierte en totalmente deseable o repudiable si se desplaza a la derecha, o a la inversa, y lo que no está claro es si eso es «porque sí» o por razones. Pero entonces habrá que tener éstas y que sean claras y sólidas, y se basen en meros sentimientos eslóganos exitosos pero en estado gaseoso como la idea o sentimiento de progreso, Y don Carlos Marx vino a concluir que el progresista era el que creía que las fechas por sí solas hacían avanzar al mundo entero, y él llamaba «el tonto del calendario».
El señor Marx tenía claro, y con razón, que quienes esperaban que el futuro le fuera mejor era quienes eran ricos y, además, tenían en sus manos los medios de producción, o, después, los señores marxistas que tenían el Estado y la totalidad de la sociedad, también bajo su férula. Y, con frecuencia, también hablaban de la justicia, la libertad, la igualdad y como si las tratasen todos los días y fueran a llegar cualquier día. Aunque ya en la edad media ya sabían que eran sólo nombres absbtractos.
Esto de la derecha y de la izquierda viene de que en la Asamblea de la Revolución Francesa unos grupos revolucionarios se sentaban a la derecha o a la izquierda de la Presidencia, y más tarde se complicaron las cosas, pero es mejor echar un tupido velo sobre esa historia y recordar los momentos en los que la derecha o la izquierda han ofrecido en los diversos Parlamentos sus mejores logros, sus civilizadas actitudes, su extraordinario respeto a los de la opinión contraria, porque son las personas y no las opiniones las que son dignas de respeto, ya que una opinión no es verdad ni mentira, y es en la necesaria dialéctica parlamentaria donde se dilucida, y es la que tratamos de buscar en favor de todos y puede ser que sea el que está enfrente quien alcance la mejor razón.
De manera que no se necesitan más «medidores democráticos» que el esfuerzo por hallar el bien común, y una gran limpieza de razones y modales.
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