Opinión

Prejuicios sobre el turismo de bajo coste y los cruceros

Frente a lo que se ha asentado como certeza incuestionada, ni el turismo de vuelos baratos es poco rentable para la ciudad de visita ni el turismo de cruceros tan magnánimo. Ambos prejuicios los desmontaba magistralmente hace unos días el profesor José Ignacio Castillo en su discurso de ingreso en la Academia Andaluza de Ciencia Regional, que preside el catedrático de Economía José Vallés.

El profesor Castillo, pese a su juventud, es uno de los mayores expertos nacionales e internacionales en la economía del transporte. Una parte muy notable de sus resultados investigadores han venido de la mano del estudio del impacto de los nuevos desarrollos del transporte en el sector turístico. Su gran bagaje le permite hablar con conocimiento de causa de las relaciones entre transporte de pasajeros y turismo y, a partir de ellas, desmontar dos prejuicios tan extendidos como el de atribuir una baja calidad al turista que viaja en vuelos de bajo coste y un elevado interés económico al turista de cruceros.

Particularmente, y tras entrevistar a cerca de 500 gestores de empresas turísticas ubicadas en las zonas de influencia de los aeropuertos de La Coruña, Granada, Jerez de la Frontera, Santiago de Compostela y Sevilla, comprobó una gran afinidad entre los intereses de estas empresas y el desarrollo de los vuelos de bajo coste a estos destinos. La única excepción –por la razón que ahora veremos- lo representaron las agencias de viaje. Precisamente la afinidad de intereses entre empresarios turísticos y compañías de vuelos baratos explicaba el apoyo casi unánime de los primeros a que las autoridades locales interviniesen en favor de atraer este tipo de aerolíneas. La única refractariedad de las agencias de viajes a los turistas que utilizan vuelos baratos es fácil de entender y lo explicaba con meridiana claridad el profesor Castillo. El flamante académico se refirió a un estudio. realizado junto con el catedrático de Geografía Manuel Marchena, en el que se detallaba cómo las compañías de bajo coste habían transformado al pasajero tradicional en una suerte de «pasajero IKEA». Primero nos enseñaron a comprar los billetes autónomamente, después a hacer el «checking» desde casa, luego a imprimir las tarjetas de embarque sin pasar por los mostradores y, finalmente, las aerolíneas nos transfirieron los riesgos asociados al viaje obligándonos a contratar un seguro; todo ello prescindiendo de la agencia de viajes. Hemos mutado hasta convertirnos en turistas autodidactas que cada vez utilizamos más unos pocos días de vacaciones para realizar escapadas hacia lugares que están en un rango de distancia de unos 1.000 kilómetros.

El segundo juicio previo sobre el que centró su intervención el profesor Castillo fue el de las virtudes del crucerista y, consecuentemente, de la idoneidad de todas las infraestructuras que las ciudades han financiado para atraer este tipo de turismo. A diferencia de lo que acostumbra a pensarse, el turista de crucero cada vez pasa más tiempo dentro del propio buque y menos visitando las ciudades donde se hace escala. Una amplia oferta de ocio, gastronómica y de tiendas libres de impuestos dentro del propio buque, desincentivan las visitas a las ciudades y reducen notablemente el impacto económico. De manera muy ilustrativa afirma que con el crucero se puede visitar Barcelona, Mallorca, Málaga, Sevilla o cualquier otra ciudad portuaria española pero la mayoría del empleo generado e impacto económico se recibirá en Filipinas, India, Malasia o América Central, países de procedencia mayoritaria de la tripulación del barco. En definitiva, una gran parte del gasto de los pasajeros del crucero se realiza a bordo y durante el viaje, por lo que el beneficio del mismo irá a las cuentas de resultados de las navieras. Estas navieras se agrupan en un número reducido de empresas multinacionales extranjeras que operan con marcas diferentes y residencia fiscal en países de baja tributación.

Ante un público muy plural en su actividad (principalmente académicos y empresarios) y en su visión de las cosas (desde el ex alcalde socialista de Sevilla, Monteseirín hasta los alcaldables de Vox pasando por el viceconsejero de la macro Consejería de Presidencia y Turismo, Manuel Alejandro Cardenete), Castillo concluyó su discurso subrayando los beneficios del Turismo.

Unos beneficios que van más allá del propio sector y que, probablemente, lo conviertan en el mejor instrumento de la «marca España». Tan es así que, en su cualificada opinión, «... los más de ochenta millones de turistas internacionales que nos visitan anualmente, son nuestros mejores embajadores y el mejor antídoto ante cualquier campaña de publicidad adversa como la que en los últimos años ha intentado realizar en el exterior determinados sectores independentistas».