Opinión

No sólo soy lo que comoa

Se acerca la «operación bikini». En verano, todo queda a la vista. Es fácil pagarlo con la comida. Durante el invierno, nuestro cuerpo ha estado disimulado así como sus «imperfecciones», cuya cantidad y calidad depende de la actitud con que lo contemplemos en base a las carencias que tengamos y las ganas de malmeternos con nuestro yo. La clave está en las creencias: algunas engordan (todas aquellas que nos hacen sentir fatal), y otras adelgazan (las que nos dan alas y nos facilitan el vivir). Para muestra la imagen de «gorda» que de sí mismas tienen las personas anoréxicas: así pensamos, así nos vemos. Nuestra mente es maravillosa y puñetera a la vez. Olvidamos –a veces, ignoramos–, que somos los dueños de nuestra mente. Uno, y solo uno, es el responsable de lo que se da de comer en forma de creencias y valores. La comida, además de alimentarnos, ejerce de compensador o de castigador. Hay alimentos más calóricos que otros, unos más saludables que otros... Está comprobado que la falta de amor se disimula con el comer: a menos autoestima más comida en cantidad y en baja calidad. Dado que, la factura que «nos pasamos», a cuenta de nuestras insatisfacciones, será mayor o menor según las creencias que tengamos en la alacena mental, debemos cuidar la lista de la compra y sólo darnos de comer pensamientos saludables. La aceptación, el liberarse y decir adiós a las consignas del «Club del Redil», que nos da la tabarra con ciertos cánones de belleza artificiosa, es una dieta muy saludable para la mente cuyos beneficios se ven reflejados en el espejo. Sólo somos perfectos en nuestra mente, y ello depende del cómo alimentemos nuestra autoestima. Lo importante es estar saludable. No pesan los kilos, pesan las creencias.