Opinión
Más foco en las personas... y más presencia en las empresas
Tenemos una tendencia a medirlo todo en variables genéricas, macroeconómicas, a través de indicadores que dejan grandilocuentes titulares como: “este mes termina con la mayor bajada de desempleo en los últimos 5 años”.
Por supuesto este tipo de noticias son reales. Pero hablan de la generalidad y no podemos dejar que nos obnubilen. No olvidemos que cerca de un tercio de la población (26,6%) se encuentra en riesgo de pobreza y exclusión social. Para ellos no aplican estos titulares. No sirve el café para todos. Y de esto mismo me gustaría hablar hoy.
En los últimos años hemos asistido a un crecimiento sin precedentes en la contratación de personas con discapacidad, circunstancia que ha sido noticia en numerosos medios de comunicación. De hecho, 2018 terminó con el récord de 116.873 contratos. Como ciudadano con discapacidad lo celebro, pues viene a significar que nuestra participación en el mundo laboral va siendo cada vez mayor. Sin embargo, nuevamente, no deberíamos obviar otra realidad y es que el 71% de estos contratos se suscriben en Centros Especiales de Empleo, entornos de trabajo especialmente constituidos para personas con discapacidad. En otras palabras, los contratos en empresas ordinarias, tal como todos las conocemos, son minoritarios. Pero de esto último se habla menos...
Por supuesto, los Centros Especiales de Empleo (CEE) cumplen una incuestionable misión social. Por supuesto, son necesarios. Pero la ley les concibe como un trampolín hacia la empresa ordinaria, siempre que sea posible, y la realidad es que se están convirtiendo en un fin en lugar de constituir un medio. Estoy seguro de que no pocas de las personas que trabajan en CEE podrían dar el salto a la empresa ordinaria, el ámbito donde la inclusión se produce en su máximo exponente. En las empresas convivimos con personas con discapacidad, sin segregación y bajo las mismas condiciones. Así pues, creo que el reto no es solo incrementar la contratación de personas con discapacidad, sino potenciar nuestra presencia en las empresas ordinarias. Por ejemplo, estableciendo en los CEE indicadores reales de tránsito hacia el empleo ordinario. No lo concibo de otra forma: si no tenemos presencia en el mercado abierto, jamás podremos hablar de normalización. Desde hace 10 años, como consultor de Diversidad de la Fundación Adecco, lucho por esta misión, tratando de convencer a las empresas del valor que puede aportar una persona con discapacidad, mucho más allá del cumplimiento legal. Y lo hago desde el puro convencimiento. Creo que, en pleno siglo XXI, poner barreras a la Diversidad es un absoluto contrasentido. Excluir a una persona por razón de discapacidad, sexo o edad es limitar la competitividad y renunciar a un talento que se encuentra en todas las personas.
Otra muestra de lo capcioso de los titulares la encontramos en los tipos de discapacidad. Si decimos que se alcanza el récord de empleo de personas con discapacidad, seguro que hay muchas personas y muchas familias que no se identifican. Cuando hablamos de empleo los datos están sesgados, puesto que cada discapacidad cuenta con una barrera de entrada diferente. No es lo mismo hablar de personas con discapacidad física que intelectual. Hoy en día existen más obstáculos en el acceso al empleo para las personas que tenemos discapacidades psíquicas o intelectuales. Si todos nos enfrentamos a prejuicios y estereotipos, en nuestro caso se multiplican, fundamentalmente por desconocimiento o temor a lo desconocido, que conducen directamente al rechazo.
Por todo ello, creo importante que, sin dejar de celebrar el avance en el empleo de las personas con discapacidad, seamos capaces de ver el bosque entero, poniendo más foco en las personas -y menos en las cifras- y siendo conscientes de que el trabajo por delante es aún infinito.
✕
Accede a tu cuenta para comentar