Opinión
Chistes
Pedro Sánchez preparó un encuentro con el presidente de Ciudadanos a su medida. Si con Casado estuvo hora y media, a Rivera lo despachó en 50 minutos. Si al líder del PP le recibió el primer día y le reservó la sala de ruedas de prensa de los Consejos de Ministros; a Rivera le citó el segundo día y le ofreció la sala pequeña de comparecencias. Pero Rivera, que ya conocía la maniobra, empezó su intervención diciendo que el liderazgo de la oposición no es un cargo, sino una actitud, y que por eso va a liderar la oposición ante un PP que, aunque tenga nueve escaños más en el Congreso, está «en descomposición». También dijo Rivera que votaría no a la investidura; que había exigido a Sánchez que aplicara de forma inmediata el artículo 155 en Cataluña; y le había propuesto cuatro pactos de Estado: educación, despoblación, inmigración y seguridad y lucha contra el terrorismo. Algunos menos que los 20 que firmaron en febrero de 2016 para apoyar la investidura de Sánchez.
Casado, el lunes, no necesitó reivindicarse como líder de la oposición. Simplemente acudió a Moncloa como tal. Quizá por eso pidió a Sánchez que buscara el apoyo de formaciones «constitucionalistas», sin hacer mención explícita a Ciudadanos. Pero Rivera se lo tomó mal. A preguntas de los periodistas dijo que lo ve como un chiste. Pero esta vez Casado no le respondió. Mandó a Cuca Gamarra, coordinadora de campaña para las autonómicas y municipales, para recordar que el artículo 155 «se aplica desde el Senado, y creo que Rivera tiene cuatro senadores. Eso sí que es un chiste». Dicen que Sánchez pidió un saco de palomitas antes de recibir a Iglesias.
Por cierto que en Moncloa, entre Rivera e Iglesias, no hacían más que insistir en que estas rondas no eran para saber quién apoyaría la investidura –«esas consultas corresponden al Rey»–, sino para «normalizar las relaciones institucionales y el diálogo político». Pues nada de eso, y mucho de lo otro. Excusatio non petita, accusatio manifesta.
Y Pablo Iglesias. Dos horas y cuarto con Sánchez y cinco minutos –solo tres preguntas– de rueda de prensa. Y apenas una idea: la confirmación de que el presidente en funciones y él están trabajando para que «haya un entendimiento entre las fuerzas progresistas». Unos se entienden, y los otros a tortas. O más bien Rivera sigue a tortas.
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