Opinión

Amor de verano

No: lo suyo no ha sido un amor de verano. Después de lo que pasó en julio, y lo que se avecinaba en septiembre, hay quien pensaba que el mes de agosto daría una tregua a las relaciones entre Unidas Podemos y el PSOE. La razón de esta expectativa era que ambos partidos se necesitaban si querían evitar elecciones. Pero uno de ellos –al menos de momento– no parece querer evitarlas.

Lo que hemos visto esta semana en la Diputación Permanente de la Cámara es un ejemplo de ese flirteo raro que se traen. Iglesias votó en contra de la iniciativa del PP para que Pedro Sánchez compareciera de manera extraordinaria. ¿Su argumento? Que el PSOE amagó y luego confirmó que el presidente en funciones iría al Congreso en sesión ordinaria. No tuvo tanta suerte la vicepresidenta en funciones, Carmen Calvo, que sí tendrá que explicar la actuación del Gobierno por la crisis del Open Arms hoy en sesión extraordinaria. Esas explicaciones prometen pasar a los anales gloriosos del Congreso. Ya verán. Pero el capón a Calvo tenía también que ver con su incapacidad negociadora con Podemos. Y ahí está la clave de lo sucedido el martes.

Recordarán que el PSOE tardó veinticuatro horas –algunos dicen que dos– en rechazar las casi 200 propuestas agosteñas de gobierno de coalición de Podemos. Quizá por eso ayer, algunos líderes del partido pidieron a Iglesias aceptar la oferta de julio, a pesar de que Calvo dice y redice que aquella ya caducó. Pero, ¿qué pasaría si ahora Iglesias sale y dice que acepta –por el bien de España, por supuesto– aquel acuerdo y se evitan elecciones? Tanta comparecencia ordinaria y extraordinaria huele a eso. Y es una pena, porque las cumbres europeas de junio y julio y el Open Arms se merecían otra cosa. Pero los amores de verano parecen durar poco. Ni siquiera un mes.