Opinión
"La puta i la Ramoneta"
Dos años después del histórico discurso de Felipe VI, el independentismo catalán sigue a la baja. Recuerdo que aquel mismo día, poco después de que el Rey lo pronunciara, me llamó un dirigente del PNV: «¡Qué error terrible! ¿Quién le habrá asesorado tan mal?». Le dije que me parecía todo lo contrario. Que recordar la ley y su cumplimiento podía parecer una advertencia, pero que el tono y la oportunidad eran un acierto. Y que muchos catalanes empezarían a reflexionar a partir de entonces. Así fue.
Por supuesto que el nacionalismo ha utilizado todas estas elecciones para mostrar sus agravios. Y ahora tocará hacerlo tras la sentencia. Pero eso es hasta lógico. Lo que siempre me ha sorprendido es la postura, no de los jóvenes manipulados y los kaleborrokos de oficio –que para eso llevamos décadas malenducándalos–, sino la mirada altiva y el silencio de la burguesía catalana de toda la vida. Aquella que «sempre fan la puta i la Ramoneta»; la de la doble cara; la falsa oligarquía a la que de todo este «procés» solo le preocupó si iba a mermar o crecer su cuenta de resultados y aumentar su 3%. Eran los que se decían de la «Gauche divine», pero que muy pronto abandonaron su intelectualidad barcelonesa en los sesenta y setenta, para hacer caja a costa de su nuevo nacionalismo. Hoy aquella clase, responsable de la huida de miles de empresas de Cataluña, intenta maniobrar para seguir chupando del bote. Pero ya les han tomado la matrícula los independentistas de verdad.
Si Pedro Sánchez ve las cosas mal tras la sentencia, aplicará el 155 y sacará mayoría absoluta. Está en su política y estrategia. Aquella que desapareció de Cataluña hace varias décadas y que un Parlament inexistente lleva tres años negando.
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