Opinión

Hartazgos

Desde hace unos años, llevaban funcionando en la parte central y occidental europea y desde luego en España de manera más ilusionada y como una plenitud histórica el relativismo y del progresismo –«el tonto del calendario», que decía Don Carlos Marx–, y era lógico que más pronto o más tarde tuviese lugar con mayor o más tibia energía una especie de expresión del hartazgo de la filosofía de género, de número y todo lo demás, la teoría de los tres sexos o el paso de uno a otro, y un gran etcétera porque se dan más filósofos que príncipes hay en la Arabia Saudita. Aunque también se da, como si hubiésemos entrado en el tiempo más enigmático y oscuro de la Historia la incomprensible e intolerable tragedia del algo así como sistemático asesinato de mujeres interpretado por la psicología del asesino no como crimen con toda su maldad, sino como signo fatal de la condición masculina, como en otros siglos, se señaló a las mujeres como brujas, aunque no en España, y eran entregadas a todos los horrores y a la muerte, con justificación de una superstición intelectual del tiempo. Como ahora se nos ofrecen otras supersticiones para caucionar un barbarie como la de las llamadas «mentes alquiladas». De manera que hay un cierto cansancio de no poder ser nosotros mismos ni tener siquiera el propio pensamiento y lenguaje de cada quien y cada cual, sino tener que aceptar obligatoriamente la conceptuación de la realidad por un pensamiento y un lenguaje colonizados y socializados por mentes ajenas que nos prohíben decir –«A esto llamo yo» como decía Santa Teresa–, o hablar de los seis pies de tierra de mi yo, en la que ni Canciller ni nadie, puede obligarnos a pensares y decires acogedore del sentir de la llamada opinión pública que, como todo el mundo sabe, se constiituye por los medios de comunicación que pueden convertirse en fabricantes o forjadores de esa opinión o abiertamente en» ingenieros de almas» según el diseño del señor Stalin. Aunque mucho antes ya estaba considerado excluido todo saber que no fuera un saber práctico y utilitario, una teoría que, cuando apareció hace ciento cincuenta años formulada por Mr. Dewey llevó a comentar a un ministro español, el Sr. Bravo Murillo, con sorna o sin ella, que lo que se necesitaban no eran gentes instruidas sino bueyes que trabajasen. y que en el orden intelectual constituye, ahora mismo, un analfabetismo o cultureta al uso, que ha hecho tan gran carrera por todas partes y con un éxito fácilmente previsible.

Lo que vaya a significar este descuido de las democracias de hoy de dejar que, en una tal situación cultural tan débil, entren vendedores de ideologías y supersticiones políticas, porque tienen el dinero y el poder y, pese a que el monotema y el «glamour» hasta el literario, sean los pobres y su miseria, bien manipulada, produce los dineros más abundantes de este mundo, quizás más incluso que el departamento de propaganda en el que se dan los negocios de las transmutaciones del palabreo, para no llamar a la realidad por su nombre, como los camaradas hablaban de la pena de muerte como defensa suprema de la vida.

Siempre lo mismo, pero, al menos, no habrá una nueva llegada de la modernidad porque ya quedó liquidada en mayo de l968 por un grupo de estudiantes, a quienes mamá previno que no olvidaran la bufanda de gamuza antes de ir a hacer la revolución en las mañanas de mayo todavía tan frescas, y exigieron que fuera la imaginación la que subiera al poder dejando un poco de lado a los fracasados planes quinquenales para liquidar la pobreza, ahora sustituidos por planes inundados de bondad universal y de un nihilismo alegre y confiado, en el que nada significa nada, y nos deja tan contentos. Como ganadillo, y con síntomas de algún contagio de estupidez, pero tan contentos, porque ya se acabó la Historia, que decía hace unos años el señor Fukuyama.