Opinión

Un día triste

Quizá lo más sorprendente de la rueda de prensa de Pedro Sánchez en Londres no fue que se refiriera por primera vez a las sentencia de los ERE. Y eso que habían pasado más de quince días. Lo que fue noticia fue que dijera aquello de que iba a cumplir con la ley y la Constitución. No era un decir. Veníamos oyendo tales cosas durante las negociaciones con ERC y JxCAT con el PSOE para la investudura, que una afirmación tan obvia, a todos nos pareció noticia de primera página. Y no es para menos con lo que ayer vimos –en vísperas de la ronda de consultas de Felipe VI– que fue la escenificación de un dislate. El 41 aniversario de la Constitución pasará a los anales de nuestra democracia como uno de los más tristes. Y todo porque unos y otros quisieron sacar partido de la fiesta en sentido estricto. Sánchez recordó el «marco de entendimiento» que representa la Constitución para volver a pedir su apoyo a todos los partido. Dijo también que la Carta Magna es «el marco que sirve para solucionar las crisis territoriales». Pero mientras Sánchez barría para casa, los independentistas hacían público su rechazo a la Constitución. ERC publicaba en Twitter: «El Estado celebra tener una Constitución heredera del franquismo, nosotros preferimos defender la democracia, los derechos y las libertades». Pero las agresiones no se quedaban solo en Cataluña. Aitor Esteban mostró el rechazo de su partido a la Constitución pues «no reconoce a la nación vasca». Y otro de los apoyos de Sánchez, Néstor Rego, diputado del BNG, dijo que tampoco rendiría tributo a la Carta Magna. Quizá por todo esto, Pablo Casado criticó a Sánchez por haber elegido «a los enemigos de la Carta Magna» como socios de su investidura. Y creo que, por una vez, no fue solo una forma de hablar. El día de ayer lo dejó todo mucho más claro. Desgraciadamente.