Opinión
Denominaciones políticas
Menos mal que los partidos políticos, según la Constitución, son asociaciones privadas al servicio de los ciudadanos, pero en la realidad los ciudadanos por lo pronto corren con sus gastos, y después son aleccionados sobre lo que tienen que escoger, aunque los electores y los representantes de sus intereses ni se conocen, pero estos últimos nos nombran como «el pueblo» y aseguran saber lo que queremos, por lo menos cuando ya nos han conformado el cerebro, y nos preguntan tras una intensa campaña de muy simples y repetitivas afirmaciones y negaciones. Y no parece que todo esto tenga mucho que ver con una democracia, pero tampoco vamos a exigir exquisiteces,
El caso es que llega a estar tan enrarecido el ámbito del discurso público en la práctica cotidana, y desde luego en las jornadas de las elecciones, que no sé yo si no habría que publicar una especie de «Manual del ciudadano» no sólo de léxico sino también conceptual, antes, después y mientras las jornadas electorales para echar una ojeadita y entender algo.
Los actores políticos ponen en el tapete de sus discursos cientos de conceptos distintos de lo que es una democracia, y añaden una tabla de adjetivos, cortados a dados como el jamón, para que tengan algún color y sabor los que podrían llamarse los grandes principios y construciones sociales realizadas gracias a ellos que serán la felicidad para todo el mundo, aunque desgraciadamente a nosotros nos parece que nos sería suficiente con algo más modesto y de utilidad clara y manifiesta nos arreglaríamos, y querríamos también entender el molieresco lenguaje en que se nos habla y administra, y somos incapaces de entender, aunque en realidad a veces podemos comprobar que no había nada que entender.
Y, por lo pronto, está el asunto de la propia identidad política, que se solucionaba ingresándonos en dos grandes grupos de opinión y han derivado en un plurirpartidismo de granjas, de grupos y subgrupos acaudillados por pequeños «ducas» haciendo carrera mediática, y subdividiendo pensares y sentires de los electore hasta en grupos de merienda.
En el principio había dos grandes partidos que, mejor o peor, representaban a dos grandes ideas y representaciones de la nación y sus asuntos y, tras una lucha dialéctica, más o menos chapucera pero a veces muy fina, mostraban verdaderos deseos de hacer algo por el país entero –propios y ajenos– que era un gran paso adelante; y, más o menos, cumplieron con su propósito. Una generación de gentes más modernas ha tenido la ocurrencia de que haya más gallineros que gallinas, y cada una de ellas con su bonete doctoral, que aseguran que ha llegado la nueva política inventada de la división de divisiones y del Derecho, de lo se ocurre a cualquiera, porque pensamiento y práctica de políticos , no se necesitan para nada.
Ya en la restauración canovista, no sólo estaba la gran división heredada entre conservadores y liberales sino que hubo un partido liberal-conservador, y conservadores y liberales de todas las combinaciones posibles de avanzados o progresistas, o demócrata-liberales, que parecerían innecesarias reiteraciones, si la realidad obedeciese a las palabras. Pero sabemos que partidas de gentes doctrinariamente antidemocráticas entran en el juego democrático por alguna clase de circunstancia, para no sólo liquidar aquella democracia, y liquidar el simple recuerdo de la vieja civilización cristiana y grecorromana que garantizaba la humanidad de lo humano. Porque ya no hacen falta disimulos para escoger una ideología o una práctica leninistas y nazis o nietzscheanas donde el Estado lo es todo y fuera del Estado no quede nada, ni en vida ni en muerte, ni deba quedar algo que sea simplemente humano, sin que lleve la marca de alguna pezuña ideológica de los dos grandes totalitarismos y mataderos del siglo XX, que, tras la liquidación de toda cultura seria, se regala a las muchedumbres como si fuesen tesoros. Y ya se cotizan bastante los «souvenirs» o «recuerdos especiales» del Campo de Auchswitch, ojalá que no veamos nunca un gran negocio en el tanatoturismo político.
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