Opinión

Casado no es Rivera

Cuarenta minutos. Después de más de un mes sin recibirle, es todo lo que Pedro Sánchez ofreció ayer a Pablo Casado: cuarenta minutos. Y eso quitando el tiempo de las fotos y saludos. Sánchez puso cara de Gabriel Rufián sentado a la mesa con el PSOE, y Casado tampoco iba a sonreír ante las mandíbulas apretadas de Sánchez. Un trámite. Los compañeros de viaje ya los eligió el presidente en funciones desde antes de convocar elecciones. Y de su pacto con Unidas Podemos no se va a mover de momento. El líder del PP dijo que Sánchez estaba cerrado en su oferta. Lo único que le ofreció fue que se abstuviera. Y claro, eso a cambio de nada tampoco es de recibo; sobre todo cuando vemos como crece cada día la oferta a ERC. También le dijo Casado que su pacto con Podemos y ERC no era inevitable. Que había otras alternativas para la investidura sin depender de los independentistas: la abstención de Ciudadanos y de Navarra Suma. O un Gobierno apoyado por Podemos y Cs como el que ya intentó en 2016. Pero Sánchez está en otra cosa. Se ha visto obligado después de la ronda de consultas del Rey a recibir a Casado y Arrimadas, pero todo ha sido un formalismo de mala gana. El líder del Partido Popular le ofreció 11 pactos de Estado: posible intervención en Cataluña, apoyo en los Presupuestos Generales del Estado, gobernabilidad de Navarra, reforma de la ley electoral, pacto educativo, acuerdo contra la despoblación, justicia, contra la violencia de género, pensiones, política internacional, Defensa, un pacto por el Agua. Para cuando llegó al agua, el presidente del Gobierno ya debía estar pensando en la cara que le iba a poner a Arrimadas. Pero hizo bien en decírselo. Casado no es Rivera. Y no lo es porque Rivera se dejó engatusar con aquel primer Sánchez sin darse cuenta de que le estaba comiendo la tostada. Aquel pacto del abrazo que pretendía crear un «Gobierno de progreso y reformista» –como el de ahora– para investir al candidato socialista ha acabado con Cs reducido a 10 diputados y con Rivera en su casa. Y ahora Sánchez vuelve donde solía. Apoyado esta vez por Vox, que pide al PP y Cs que se abstengan para evitar que el PSOE se apoye en «enemigos de España». ¡Pero si hasta los socialistas saben quienes son los enemigos de España! No es este el asunto. Lo que Sánchez quiere es que la derecha española no se reunifique y siga veinte años más en la oposición. Y Casado en su casa, claro. Pero esa película ya la conoce el líder del PP. A punto estuvo en las penúltimas elecciones. Pero resistió y Rivera se fue primero.