Opinión

"Global Hawk", el megadrón de la OTAN operado por españoles

España aportará 33 militares al proyecto de vigilancia terrestre de la Alianza, que contará con cinco de las aeronaves no tripuladas más grandes del mundo.

A los pies del imponente volcán Etna, al este de la isla de Sicilia, está la base militar de Sigonella. Desde aquí, una flota de cinco aeronaves no tripuladas Global Hawk actuará bajo las órdenes de un equipo de 600 militares de diferentes países de la OTAN. Una treintena serán españoles. El primer dron llegó a finales de noviembre y el segundo lo hizo a mediados de diciembre. Los tres restantes lo harán en el primer semestre de 2020, de acuerdo con el calendario del programa.

Con una envergadura de 35 metros y un peso superior a las diez toneladas -con equipos instalados-, el Global Hawk es uno de los drones más grandes del mundo. La aeronave de la empresa estadounidense Northrop Grumman cuenta con un radar de apertura sintética (SAR), muy común en la exploración espacial, que puede penetrar fácilmente en una zona cubierta por nubes o incluso en zonas con tormentas de arena.

El sistema, conocido también como RQ-4D, puede operar hasta 30 horas de forma ininterrumpida a una altitud de 65.000 pies, muy por encima de aviones comerciales, que alcanzan los 45.000 pies. El radar es el sistema clave que proporciona básicamente GMTI (Ground Moving Target Indicator); es decir, información sobre los movimientos de los objetivos en tierra, la llamada ‘conciencia situacional’ en el argot militar. La principal ventaja de este sistema es su capacidad para observar el teatro de operaciones sin estar dentro del mismo.

A modo de ejemplo, el Global Hawk es capaz de despegar de Sigonella, llegar hasta Sudáfrica, actuar durante cinco horas en la zona y regresar a casa. El avión puede vigilar y proporcionar información de más de 100.000 kilómetros cuadrados de terreno al día, lo que equivale aproximadamente a toda la superficie de un país como Portugal. Vigilancia aérea del terreno Los RPAS (Remotely Piloted Aircraft System, por sus siglas en inglés) operarán en misiones solicitadas por la Alianza Atlántica o por cualquier otro estado miembro. Estados Unidos, con sus propios Global Hawk, ya actúa de la base de Sigonella desde hace años.



Vigilancia aérea del terreno

Los RPAS (Remotely Piloted Aircraft System, por sus siglas en inglés) operarán en misiones solicitadas por la Alianza Atlántica o por cualquier otro estado miembro. Estados Unidos, con sus propios Global Hawk, ya actúa de la base de Sigonella desde hace años.



Estos drones son la pieza clave del programa Alianza de Vigilancia del Suelo (AGS, Allied Ground Surveillance) con un presupuesto de 1.700 millones de euros. Un dinero que pusieron una quincena de miembros de la OTAN: Bulgaria, República, Checa, Dinamarca, Estonia, Alemania, Italia, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Noruega, Polonia, Rumanía, Eslovaquia, Eslovenia y Estados Unidos. Este importe incluye además las estaciones de control en tierra, el verdadero centro de operaciones que recibe las imágenes del aparato.

La aeronave HALE, unas siglas en inglés que indican que es capaz de operar a gran altitud y durante largos periodos, llevará a cabo misiones de protección de fuerzas terrestres, gestión de crisis, seguridad marítima y fronteriza, y asistencia humanitaria. Aunque solo quince países pagaron la compra, los 29 socios de la Alianza Atlántica serán propietarios y operadores de forma colectiva de los cinco sistemas. Todos ellos tendrán acceso a los datos proporcionados y se beneficiarán de la inteligencia derivada de sus misiones de vigilancia y reconocimiento.

Participación española

A pesar de que España quedó fuera del programa para la adquisición de estas aeronaves, jugará un papel relevante en la operación, mantenimiento y análisis de la información captada por el sistema. La participación en esta parte operativa y logística ronda el 6 por ciento, solo por detrás de Estados Unidos, Alemania e Italia.

El contingente está compuesto en la actualidad por 19 militares, 17 del Ejército del Aire y dos de la Armada. Una vez las aeronaves estén plenamente operativas, serán 33 los militares españoles en el proyecto. España aportará pilotos, operadores del radar del dron y analistas de inteligencia. Estos últimos serán responsables de analizar las imágenes tomadas por el aparato e identificar posibles objetivos. Además, dos militares formarán parte del equipo que estará listo para el despliegue del sistema allá donde sea requerido por los países aliados. La aportación española se completa con personal dedicado al área logística, no menos importante, especializado en el mantenimiento, comunicaciones, transporte y suministro de los equipos.

“Impresiona ver un avión de ese tamaño aterrizar solo”, explica el coronel del Ejército del Aire Juan Carlos Raimundo Martínez, destinado en el programa. Los primeros vuelos serán a principios de 2020, pero, como detalla el oficial español, detrás de este hito hay años de trabajo de formación en estrecha colaboración con la US Air Force y las empresas contratistas.

Este adiestramiento ha sido impartido por Northrop Grumman, como fabricante del aparato, y Airbus y Leonardo, como responsables del centro de operaciones terrestre. El personal de la Usaf desplegado en Sigonella también ha colaborado en la etapa formativa.

Los españoles en el programa AGS comparten base con el también español destacamento Grappa de la Fuerza Aérea compuesto por 40 militares y un avión de búsqueda y rescate CN-235. Su misión es patrullar las aguas del Mediterráneo central junto con aeronaves de países como Polonia, Francia o Italia dentro de la operación Sophia de la Unión Europea, que lucha contra las mafias que trafican con personas.

El inicio de las operaciones con el Global Hawk por parte de la OTAN coincidirá con los primeros vuelos de uno de sus hermanos pequeños, el Predator B de General Atomics en España, previsto para finales del mes de enero. Dos programas que ponen de manifiesto cómo las aeronaves remotamente tripuladas cada vez ganan más protagonismo en la aviación militar.