Opinión
Hubo tomate
Llegó en avión a Madrid,
Una delincuente brava,
Una choriza de dólares,
Por las torturas, manchada.
Tenía prohibido volar
Sobre la Europa cuitada,
Y más prohibido pisar
El territorio de España.
De pisarlo – y lo pisó
Con holgura meridiana-,
La Policía española
Cumpliendo las ordenanzas
Habría de detenerla
O mandarla a freír gárgaras,
Hacia La Carlota, base
Del tirano de Caracas,
O a Maiquetía, aeropuerto
En los predios de La Guaira
Que tan bien ama y conocen
Los Zapatero y su banda,
Los Monedero y sicarios,
Los Iglesias y su panda,
Los Errejón y sus niñas,
Y los Sánchez y sus farsas.
Llegó a Madrid en avión
Una delincuente brava,
Que exigió ser recibida,
Mimada y acompañada
Por el ministro más bello
Y simpático de España.
El ministro, raudo, intrépido,
Como una gacela impala,
Como un guepardo moteado
De la sabana africana,
Como un conejo obediente
Se encaminó hacia Barajas,
Para dar la bienvenida
A la caribeña dama,
Longaniza pestilente,
Fantoche bolivariana.
El ministro era el más guapo
De este Gobierno de España,
Que cree que España es suya
Y hace lo que le da en gana,
Y por ello, responsable
De acoger a una tirana
Que vicegobierna en sangre
La patria venezolana.
El ministro saludó
A la morcilla antillana
Pero sólo le ofreció
Un par de besos de hermana,
Sin permitir que sus pies
Tierra de España pisaran,
Porque así lo aconsejó
El gran ministro Marlaska.
Media hora en el avión…
Pero ninguna palabra,
Según lo reconoció
El bello Ábalos de marras.
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Después el ministro Ábalos,
El dulce ministro bello,
Dijo que se había olvidado
De algún detalle en concreto.
Por ejemplo, que aprobó
Que pisara sin respeto
Tierra de España, humillando
Los mandatos europeos,
Prevaricando, y pasándose
La Ley por entre sus huevos.
Acompañó a la tirana
Paseando el aeropuerto,
Durante veinte minutos
Que es prolongado paseo.
La llevó, con mimo y tacto
A un salón VIP con esmero,
Y allí le ofreció café
Con churros, o en su defecto
Un escocés de tronío
En vaso bajo con hielos.
Ella, que estaba pasmada
Ante un ministro tan bello,
Optó por el escocés
De reserva, y le dio un beso,
Un besillo en la mejilla
Huyendo del vil morreo.
Estuvieron en la sala
Una hora, más o menos,
Pero no hablaron de nada
Que afectara a Zapatero,
Ni a los millones de dólares,
O a los millones de euros
Que han llenado los bolsillos
Y las arcas de Podemos.
Hablaron de lo bonito
Que es el azul caribeño,
Los vuelos de los pelícanos,
Guacamayos ribereños,
Las aguas del Caroní
Y ese Orinoco, tan bello.
Ella se hallaba encantada,
En busca y captura…pero
Tenía a su lado, alelado
Al ministro, de escudero.
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Delcy es mujer del Caribe,
Piel morena, ojos bonitos,
Voz de urraca de la selva,
Culo más grande que Isco,
Y una mirada que puso
Muy a tono a nuestro ministro,
Que es hombre de ardores bravos
Como un miura o victorino.
Si no hablaron en dos horas,
¿qué pasó? ¿ Tiene sentido
Estar dos horas callado
Sin un verbo, sin un guiño,
Sin un sutil chicoleo,
Sin un concurso de trinos
Como tórtolas de paso
O el tibio amor de los mirlos?
No me atrevo ni a pensar
Que sucedió en aquel sitio
Porque no soy partidario
De entrar en sendas de vidrios,
En caminos hortigados
O en duros carriles pindios.
Sólo sé, que algo pasó,
Pues no es núcleo de capricho
Permanecer tanto tiempo
Callado, como Mudito
Viendo como Blancanieves
Le plancha los calzoncillos.
A la espera de una nueva
Versión, aguardo que hoy mismo
Nuestro ministro nos diga
Lo que sucedió allí mismo.
Para mí, que hubo algún beso,
Una caricia entre mimos,
que ya lo cantó Julián
en zarzuelero zollipo.
También la gente que mata
Tiene su corazoncito,
Y lágrimas en los ojos
Y celos mal reprimidos.
Sólo Sánchez y Maduro
Conocen lo sucedido.
Delcy se marchó a Turquía
Y quedó Ábalos tranquilo,
Después de estar cuatro horas
-y si no son cuatro, cinco-,
Con la dulce mandataria
De un régimen asesino.
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