Opinión
Mentiroso y cobarde
Entre las complacencias de un buen español, no destaca la de saber que tiene un ministro del Gobierno que cancela un viaje a Colombia por temor a ser detenido. Todo viene de las nueve versiones diferentes que ha dado de su mortadeliana y filemona entrevista con una gobernante del narcoterrorismo, la tortura y el hambre con el pueblo venezolano como víctima fundamental. Este ministro ya ha demostrado que es un mentiroso compulsivo, pero no lo tenía por cobarde. La DEA estadounidense está muy interesada por conocer en persona las peripecias aeroportuarias y la charla que mantuvo con la implacable tirana. Ahora sale a la luz una décima versión. Que la bestezuela mantuvo una larga conversación telefónica con Pedro Sánchez, en la que le exigió no recibir al presidente legítimo de Venezuela Guaidó, le pidió que fuera expulsado de la Embajada de España en Caracas Leopoldo López y entorpeciera hasta el máximo las investigaciones acerca de la financiación del régimen de Maduro a Podemos. El teléfono que utilizó la narcoterrorista para conversar con el presidente del Gobierno de España era el oficial del ministro de Transportes, o lo que es igual, el móvil de Ábalos. Previamente, el ministro que no viaja a Colombia porque teme ser detenido, desautorizó con vehemente desprecio a los policías que impidieron, en un principio, que la tirana desembarcara. Llegado Ábalos, ordenó a los policías que se plegaran a sus decisiones, la íntima colaboradora del animal caraqueño pisó tierra española, la paseó, la llevó a un salón de autoridades del aeropuerto de Barajas, la agasajó con ese mimo y cariño que algunos socialistas muestran por los narcotorturadores, le puso en contacto con Sánchez y la despidió, al cabo de unas horas con dos ósculos en los papos, mientras se ponía a su plena disposición. De lo que se habló y de lo que se pactó es lo que desea saber la DEA, la Interpol y la Organización de Estados Americanos, y de ahí la suspensión de Ábalos del viaje a Colombia, porque en Bogotá carece de la cobertura del ministro Marlaska, otro que se las trae.
Sucede que si viaja a otros países de la Unión Europea, Ábalos puede toparse con similares problemas. Vamos a tener, pues, un ministro de Fomento muy local, cerrado a cualquier visita al exterior.
En mis años de éxito irresistible en San Sebastián, conocí y traté con frecuencia a un personaje único. Un pescador, Miguel Loncha, donostiarra, cuya casa se ubicaba en el muelle de los pescadores, inmediata al restaurante «La Panchika», famoso por sus sardinas asadas. Loncha, que no había cometido delito alguno, pasó toda su vida entre la mar y el muelle. Retornaba de la mar y se bebía una botella de vino en «Derteano», un local decorado con fotografías sepias de pescadores, remeros de traineras y pelotaris. De «Derteano» a casa, de casa al barco, del barco a la mar, y de la mar a «Derteano» y a casa de nuevo. No conoció otra tierra firme que la del Muelle de Pescadores. Jamás vistó los cercanos jardines de Alderdi-Eder, en el Paseo de La Concha, ni pasó bajo el túnel del Pico del Loro que separa las playas de La Concha y Ondarreta. No conoció Igueldo, ni la Avenida, ni la Alameda. Así fue porque así lo quiso, pero su caso no se parece en nada al del ministro Ábalos, que ha viajado mucho pero ya no podrá seguir haciéndolo porque su temor a ser detenido se lo impide. Vamos a tener un ministro-ombligo, fuerte en su despacho, medroso en la calle y ausente en cualquier cita oficial en el exterior de España. Por mentiroso, y por su presumible delito de prevaricación y abuso del poder recibiendo a una asesina que tenía prohibido sobrevolar la Unión Europea y pisar tierra en España. Sus horizontes peninsulares se reducen a Cádiz, La Coruña, Gerona y Levante, y los insulares a las Baleares y Canarias. Fuera de ahí, en cualquier momento, la Interpol podría detenerlo y pedirle las precisas explicaciones.
Será un ministro de Transportitos, muy limitado, muy arisco con las preguntas de la prensa libre – que todavía, aunque reducida, queda-, encerrado en su despacho y con un pavor a viajar para no ser detenido. Se lo ha ganado a pulso, el pobre hombre, por servir de criado de una mujer despreciable en busca y captura.
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