Opinión

Lo inesperado

Hace unas horas leí un artículo sobre Cuerda y su legado que me dejó un tanto perpleja. En el susodicho se hablaba de una «inesperada» cantera de cómicos que ha nacido en Albacete, que es mi ciudad. Se explicaba (por parte de un periodista al que tengo mucho respeto) que el humor de mi tierra es feísta, orgullosamente provinciano y explorador de lo patético. Y no, no le voy a quitar la razón porque, lo que me sorprende, es haber llegado a estas alturas a esa conclusión. Todo eso somos en Albacete y por ende en La Mancha, aunque con matices. No toda la Mancha tiene el mismo humor, ni se reconoce en lo mismo, ojo. En todo eso caímos ya en Albacete hace mucho, cuando un señor criado en Tarazona de La Mancha y llamado Pepe Isbert nos enseñó cómo reírse de uno mismo y acudir a la caricatura para sobrevivir. Es decir, tienes una lija en la lengua pero, los que no te entienden, te quieren abrazar. Recordemos, además, que su hija María tuvo el buen gusto de irse a morir a Villarrobledo y que sus restos descansan en el panteón familiar de Tarazona de La Mancha, para mayor orgullo de la provincia entera. La familia Isbert, por cierto, era muy culta y tuvo a bien dotar a sus hijos y nietos de estudios, incluso en varios idiomas. Todos los Chanantes lo son también. Cuerda (al que incluyo por ser pendón del grupo), Cimas, Sevilla, Chiapella y Reyes. Todos los Muchachada han tenido esa virtud que poseen los que, habiendo naturalizado lo habitual, saben y son capaces de sublimarlo. García Márquez lo hizo con el realismo mágico en la zona costeña de Colombia, los tangueros con la melancolía de Buenos Aires. Y ahora, todo esto, lo estarán leyendo en Albacete y se estarán descojonando de mí. Y no me van a correr a gorrazos por el Parque de Abelardo Sánchez de milagro. Así somos, y así queremos ser. Entrar tontos y salir gilipollas.