Opinión
Lo dichoso
Oigan, yo no entiendo de esto, que soy de letras y, dentro de las de letras, de las torpes. Pero esta alarma del coronavirus me parece una absoluta y mundial pérdida de los estribos y de las más absolutas reglas para mantener la calma. También es verdad que nos merecemos un meteorito muy gordo, vaya por delante, pero esto de que, desde el Ministerio de Trabajo (dirigido por esa Ministra que me provoca un manojo de nervios) se aconseje que las empresas paren si hay riesgo de contagio me parece una hipótesis digna de una película de Will Smith. Es verdad que se apunta a un riesgo «grave e inminente» pero eso es como decir que no salgamos de nuestras casas por una gripe fuerte y que se paralice el mundo, la calle, que se cierren los barrios y que se permanezca en casa como la vieja del visillo. Entiendo que se aconseje el teletrabajo pero, díganme, almas de cántaro, ¿cuántos trabajos se pueden hacer desde casa? ¿Cuántos puestos de trabajo se perderán si, como también aconseja la guía de Trabajo, fuera posible aplicar un expediente de regulación temporal de empleo en una empresa? ¿Qué será lo próximo? ¿Suspender las clases de colegios y universidades como se plantean en Italia y tener que dejar de ir a la oficina para estar con los críos? ¿De verdad nos van a confinar en nuestras casas por una epidemia parecida a una gripe fuerte? Ojo, que no quiero quitarle importancia a los casos de niños y a los graves, y mucho menos al fallecido en Valencia, pero es que esto tiene pinta de alerta en sociedad híper desarrollada que se infantiliza y se acojona y que prefiere que la gente pierda sus ahorros a reforzar sus defensas. Yo, ni me pienso poner mascarilla (no me sienta bien en los selfies), ni voy a dejar de besar a mis amigos, ni voy a dejar de hacer la vida que quiero hacer. Prefiero un contagio a volverme una rarita.
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