Opinión

El remiendo

Hoy se celebra la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales y el Papa nos ha vuelto a enseñar el camino a los periodistas. En esta ocasión nos ha señalado con el índice para decirnos, de nuevo, cómo ejercer mejor este trabajo que, para tanta gente y en estas circunstancias tan especiales, es esencial. Dice Francisco que son necesarias las historias, las buenas historias, esas que tienen nombre, apellido y que te llenan de sentimientos para tomar nota y salir a la calle siendo, entre todos, mejores. En este tiempo tan complicado, hemos visto a héroes muy cerca, hemos visto sus rostros cansados, desesperados, llorosos, casi al borde de la extenuación. Todos esos sanitarios, celadores, sacerdotes, monjas, voluntarios, todos esos hombres y mujeres que nos han ayudado estas semanas, tienen un relato tras de sí. Han sacrificado tantas cosas que no pueden caer en el olvido. Cada uno de ellos tiene su casa, su vida, su familia. Y también la tienen las víctimas. Cómo podríamos olvidarnos de todos esos sufrimientos. El Papa nos insta a recordar esa entrega, ese esfuerzo por el trabajo sin recompensa o por el aguante hasta el límite para no dañar y dejarse ir. Todas esas personas, todos esos seres humanos, merecen que contemos su historia. Francisco nos obliga a otro compromiso: a tejer esas historias como se teje la mejor de las mantas que arropan a un crío, narrarlas como si ninguna fuera pequeña o insignificante, tratarlas con las manos llenas de crema, que no hagan daño, que no rocen. Tejer alivia también en este tedio desesperante, porque todo lo que se confecciona despacio y con paciencia, desemboca en un enjambre de pertenencia, de grupo, de tantas cosas que parece que olvidamos en cuanto se nos quiebra un cristalito. Sólo se puede pasar página si la crónica de los acontecimientos se basa en el perdón, en la compasión, en la empatía. El remiendo del alma.