Opinión
Independencia de las instituciones
Nuestra Constitución contempla las instituciones desde muy diversos ángulos, jurídicos, militares o culturales, aunque no las defina. En su preámbulo cita el «proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones». Vuelve a referirse a ellas en el artículo 56.1 cuando señala que «El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones».
No descubro nada al decir que constituyen, junto al voto universal, la clave de bóveda de un sistema democrático, por lo que conllevan y entrañan respecto a orden, justicia, organización, tejido social, representatividad, derechos y deberes; pero sobre todo garantizando las libertades y derechos fundamentales que contempla el Capítulo IV de nuestra Carta. Para esta garantía, las instituciones necesitan actuar con independencia. No hay libertad si se rompe esta. Si entre los poderes del Estado, el Ejecutivo absorbe funciones del judicial o del legislativo, quiebra el necesario equilibrio, rompe la estructura. El fin podrá justificar los medios, pero solo se aprovecharan de ello los canallas y los pillos. Desaparecen los contrapesos y las ponderaciones; se hacen imposibles los consensos; se manipulan y prostituyen conciencias.
Es la selva, en la que, fuera de su ámbito natural, pacen incautos y mansos borregos, inconscientes del peligro que corren de ser devorados por sus depredadores amos.
No es necesario que entre en manipulaciones de alto nivel como las de RTVE, CIS, CNI, CNMC, o la que ahora hiere con saña a la Guardia Civil.
Me apoyo en sensores más modestos que explican hasta qué extremos ha llegado la manipulación. La prensa local es –y ha sido en estas duras semanas– fundamental elemento de información y sobre todo de cohesión. Conozco las dificultades económicas que atraviesa, especialmente en sus ediciones impresas. Se alimenta junto a informaciones de profesionales, de colaboradores no retribuidos que la enriquecen. Son también sensores. Tengo constancia fehaciente de censuras de artículos críticos con la gestión de la Covid-19, porque pesaba más la propaganda institucional del Ministerio de Sanidad, que la libertad ciudadana de expresar opiniones. Este mismo día, insertaba a doble página, cuatro caras y grandes titulares, el arriesgado título de «SALIMOS MÁS FUERTES», tras dejar a más de 43.000 compatriotas que no han salido precisamente más fuertes. No deja de ser una cruel forma de coartar nuestras libertades impidiendo el acceso a diferentes puntos de vista, que no tenemos porqué compartir. «Tu sigue criticándome y mandarás a tu plantilla al ERTE o al ERE», avisan sutilmente.
Por casualidades de la vida la campaña a la que da imagen Emma Suárez, abriendo cortinas sonriendo en casa, con el joven que con su bicicleta baja las escaleras, se ha filmado en Palma. Dos días de rodaje, ocho actores y una decena de figurantes en un edificio de El Terreno, un hermoso barrio de la ciudad. El spot ha sido coordinado y realizado por las agencias Ogilvy y TwentyfourSeven afincadas en Mallorca, de la mano de sus responsables, el sueco Anders Hallberg y el inglés Richard Webb y cubierta por un presupuesto de 4.826.700 euros. ¡Por supuesto, ellos han salido más fuertes! Ya se pagaron cuatro y medio por la anterior campaña «Este virus lo paramos unidos» y se nos amenaza con una tercera campaña a fin de mes. En Palma, encantados.
Por supuesto no pido que las Instituciones con su independencia sean «estados dentro del Estado». Pero pido que la unidad de acción y coordinación entre ellas, hagan innecesarios a los imprescindibles (¡yo, o el caos!) y a los «salvadores de la patria».
Comprendo que una situación como la vivida recientemente es extraordinaria y demanda soluciones extraordinarias. Pero ello no debe conllevar un ataque encubierto y a plazo, para socavar las instituciones que constituyen nuestro Estado de Derecho. Remodelar una fundamental como la Guardia Civil, en pleno estado de alarma, con la excusa de la necesaria confianza, no deja de ser un grave error de consecuencias imprevisibles. Y comenzar la remodelación por una de sus cincuenta y tantas Comandancias, una mala excusa.
Es como si los mismos días en que debería jugarse una extraordinaria «final four» en Estambul, con la tensión puesta en conseguir una nueva Copa de Europa y la imprescindible inyección económica que representa, Florentino Pérez anunciase a bombo y platillo una profunda remodelación de las estructuras del Real Madrid, comenzando por destituir al entrenador del Castilla B, provocando con ello, por solidaridad, la petición de rescisión de contrato del entrenador del primer equipo, Zidane.
El nivel de independencia de las instituciones es vital, si queremos que constituyan, sin estridencias, coordinadas, la base de nuestra convivencia.
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