Opinión

Lo injusto

La revista «Time» publica esta semana un interesantísimo reportaje sobre los países del mundo que mejor han gestionado la crisis de la COVID-19 y sobre todo, lo que mejor respuesta inicial tuvieron. Les doy una noticia: no salimos. Ahora que el epicentro se ha traslado a las Américas, la publicación recorre el mundo para evaluar la gestión sanitaria de cada uno de los territorios, la respuesta política y la respuesta financiera. Se destaca la capacidad de reacción de Taiwán (cuyo primer ministro es epidemiólogo), Singapur y Corea del Sur a pesar de ser estados en primera línea de China; las drásticas medidas de Nueva Zelanda (que puso en marcha un bloqueo que impedía interactuar o tener contacto con alguien que no estuviera en tu casa) y Australia, con aumentos de prestaciones por desempleo y el cuidado gratuito de los hijos; Canadá, que logró aprender de fracasos anteriores; Alemania, con un gobierno siempre transparente, que hizo pruebas generalizadas y logró gran concienciación social; Islandia (lo tiene fácil porque caben en dos autobuses) tuvo la tasa de pruebas por habitante más alta del mundo; Emiratos Árabes Unidos lo hizo como suele: toques de queda, prohibiciones y agresivas campañas de desinfección; Grecia ha sido otra sorpresa porque, a pesar de su situación económica invirtió en más camas UCI, en sanitarios e impuso un estricto bloqueo, aunque ahora les queda recuperar el turismo y eso tiene sus riesgos y complicaciones. En la lista de «Time» solo está incluido un país que habla español: Argentina. La terrible Argentina con gobierno peronista resulta que consiguió una cooperación política en figuras de distinto signo impecable a pesar de las críticas de los sectores conservadores al confinamiento. Sin embargo, el deseo de priorizar la salud y la decisión de desviar recursos de los pagos de deuda para ayudar al pueblo a pesar del riesgo de colapso financiero, han dado sus frutos. Este último final no es feliz. Al que lo hace bien lo dejan en quiebra y al que lo hace mal le prestan dinero para que tape su fracaso. No hay Dios que lo entienda.