Opinión
#nocagarla
Sean todos Vds bienvenidos, después de mucho sufrimiento, a esto que vamos a llamar normalidad. No es una nueva normalidad, es que debe ser normalidad por narices a partir de ahora para no volver a cagarla. Cagarla implica muchas cosas: ponerse la puñetera mascarilla en la papada, en el codo, llevarla como un bolso, olvidarla y que te la sople o tirarla en la calle para que la tengan que recoger esos señores tan majos de la limpieza que seguro que no están hartos de recoger nuestras mierdas. También la pueden oler nuestros perros y a ver si así ya nos traen el virus a casa en la trufa, que siempre es mucho más original la manera de pillarlo. Cagarla implica tirar los guantes en la calle, escupir al correr, creer que el deporte te blinda de transmitirlo, pasar demasiado cerca de la gente, ir hacia una bulla, montarla, besarse, abrazarse. Cagarla es creerse a salvo por la edad. Cada vez que veo a esos criaturos de los botellones me dan ganas de quitarle la zapatilla y ponerles el culo como un acerico. «Si hay que contagiarse, no pasa nada», que les daba yo con la mano abierta hasta que comprendieran que no son ellos los que nos preocupan: nos preocupan sus mayores. Cagarla es resetear, es borrar nuestro disco duro. Cagarla es irse, Javier Ortega-Smith, a pegar un mitin cuando aún no se ha levantado el estado de alarma y poner a la Ertzaintza en riesgo por tus santos bemoles. Cagarla es olvidar que, todo este drama, todos estos muertos (contados, sin cortar o por contar en condiciones) debe servir para algo. Debe servir para que guardemos memoria. Memoria sobre cómo y quién gestionó, cómo se quitaron mochuelos muchos, cómo negaron la mayor algunos. Y debe servir para que sepamos, de una vez y para siempre, que hay pasos conseguidos que no podemos dar hacia atrás. Nuestra Sanidad es buenísima (a pesar de algunos intentos políticos por rebajar su nivel), pero mejores son nuestros sanitarios. Vivan con cuidado ahí fuera.
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