Opinión
Otros veraneos (III): Salalah
No creo que muchos de mis lectores conozcan este puerto del golfo de Adén o programen en el sus vacaciones. Ofertas hoy, interesantísimas. A Salalah llegó el pasado día 6 la tripulación de nuestra fragata «Santa María» prestando asistencia médica al buque gasero «Al-Thakhira» con un paciente en coma. Por distancia –80 millas– no podían evacuarlo en helicóptero, ni incluso por el estado del enfermo, adelantarlo cuando se acercaban al puerto. Un equipo médico de la fragata pasó al gasero, estabilizó al enfermo y le acompañó hasta evacuarlo a un hospital local.
Contado así, parece una operación sencilla. Pero 80 millas de incertidumbre, atendiendo a la llamada de socorro de un buque que llevaba 52 días de navegación, con intentos de evacuación por helicóptero, coordinando con autoridades locales y con las operativas de la operación «Atalanta», no es sencillo. Todo sin abandonar una misión que vela por la seguridad de un espacio estratégico vital y protege el tránsito de los barcos del Programa Mundial de Alimentos (WFP) de NN.UU.
De la tripulación, imposible extraer una queja. Pero desde Madrid su Almirante resaltará: «227 personas, durante 4 meses en un barco de 137 metros por 14 construido hace más de 30 años con unos estándares de habitabilidad muy austeros y reducidos» es duro. Cuando se lo comento al contralmirante Ignacio Villanueva que manda embarcado en la «Santa María» la fuerza multinacional «Atalanta», me contestará: «Estoy absolutamente fascinado y orgulloso del buen carácter y fortaleza mental de nuestras dotaciones; mantienen el ánimo de forma espectacular». Reconocerá que «estamos batiendo récords en las armadas modernas con 120 días sin salir físicamente del barco». Me recuerda, aunque los tiempos sean bien diferentes, el relato de Stefan Sweig sobre Magallanes. Lo palían con comunicaciones que califican de excelentes apoyadas en un ancho de banda satélite que «permite a todos estar permanentemente conectados con sus familias». Resalto el «todos» y el «permanentemente», siempre que las condiciones operativas lo permitan. Prioridad a las familias, pilar fundamental de esta estabilidad emocional, especialmente en estos tiempos de pandemia.
Volviendo a Salalah, aparte su impresionante puerto comercial –4 millones de contenedores, 400.000 turistas en 2019–, el lector interesado podrá visitar en sus alrededores desde la tumba de Job –el santo de la paciencia– hasta el Palacio de la Reina de Saba o el yacimiento arqueológico de Khor Rouri, puerto del que salían las caravanas que suministraban incienso a medio mundo. Los portugueses anduvieron por estos mares desde 1507; luego aparecerían los holandeses y finalmente los ingleses en su ruta hacia la India. Su clima ahora es duro, con temperaturas entre 35 y 40 grados en un ambiente de humedad que ronda el 80 y el 100%. Fuertes lluvias entre mediados de julio y septiembre que arrastra el monzón del sudeste asiático. Mejor viajar entre octubre y abril, aconsejan. Se lo digo a la buena gente de la «Santa María» y se empeñan en veranear ahora. Tan cabezones como los tripulantes del «Arnomendi», también empeñados en operar, aunque más frescos, en Terranova, navegando en una semipermanente mar gruesa.
Todo, todo, en un ambiente de seguridad sanitaria debido a la COVID-19. En España previamente, cuarentena de 15 días con pruebas PCR a comienzo y final del período; medidas especiales en puertos –«corralitos»– y en contactos personales «incluso con los prácticos». «Sentimos no dar un abrazo a nuestros compañeros del Ejército del Aire (60 destacados en Djibuti) que operan en la misma «Atalanta» con un Orión P-3 de patrulla marítima, cuya aportación en la vigilancia de aquellos amplios espacios, es esencial». Menos contactos pueden mantener con los 16 miembros del Ejército de Tierra que asesoran al ejército somalí en otra misión de la UE. ¡También al fresco!
Compromiso global por tanto de España –Tierra , Mar y Aire–, que ostenta hoy el mando de la operación «Atalanta» desde el Cuartel General de Rota –General de Infantería de Marina Antonio Planells– y el mando de la fuerza –CA. Villanueva– en una zona de tránsito vital para la economía, donde pesqueros españoles operan frente a las costas somalís, sacudidas hace años por la piratería y la incertidumbre. Un tercio de su población vive de ayudas internacionales. Once barcos del programa mundial de alimentos están permanentemente monitorizados o escoltados y protegidos. La alternativa de estas poblaciones a la hambruna: la piratería.
Los tenemos allá por el Índico. De vez en cuando operando con armadas coreanas y japonesas. En agosto esperan la incorporación de una fragata italiana. Pero hoy, 23 de julio, surcando el ancho y caliente mar –32 grados– , observados quizás solamente por un lejano satélite, merecen que les llegue el respeto y el recuerdo de muchos españoles, que valoramos su enorme esfuerzo y sacrificio.
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