Opinión

Otros veraneos (V): Alhucemas

Sobre sus 15.000 metros cuadrados se alzan fortificados, más de cinco siglos de historia en el que conviven arañando sus 27 metros de altitud, iglesia, faro, fuertes, almacenes, cuarteles, aljibe, las callejas del Carmen, de Don Miguel, Taquillas o de El Fuerte. Perímetro amurallado en el que destacan los tres baluartes de San Luis, San Carlos y Santa Bárbara. De noche, iluminada, se asemeja a un gran navío anclado frente a las bellas playas de la bahía. A su pie el embarcadero, inutilizable con vientos de poniente. En otro extremo de la isla, el apéndice de La Pulpera, alberga un sencillo cementerio y sirve como muelle de emergencia. En otros tiempos, Alhucemas llegó a tener más de 400 habitantes, con sucursal bancaria, 11 comercios y tabernas, depósito de la Vacuum Oil y hasta un representante de la casa Singer. La cercana población marroquí propiciaba el comercio. La vida hoy y su seguridad la proporciona un destacamento militar del Regimiento Mixto de Artillería 32 con sede en Melilla.

Junto a este inicialmente llamado Peñón de San Agustín y San Carlos de las Alhucemas, dos deshabitados islotes -de Mar y de Tierra- conforman el conjunto de esta «plaza menor» española, separada 155 kilómetros de Ceuta y 100 de Melilla.

Otra vez ahondamos en la historia del Mediterráneo y de las relaciones entre el norte y sur de sus orillas. Donación del sultán Muley Abdalá a la Corona en 1560, tiempos de Felipe II, ocupado permanentemente por España desde 1673, tiempos de Carlos II. Atacada por Abd-el –Krim en 1921 y en 1924 en plena Guerra del Rif. En 1922 la artillería rifeña había hundido el buque de la Trasmediterránea «Juan de Juanes» que descargaba en la Pulpera, ocasionando la muerte de dos de sus tripulantes. En abril de 1925 el líder rifeño atacó la zona francesa del Protectorado. El Gobierno español que presidía Miguel Primo de Rivera en coordinación con Paris, decidió el desembarco combinado de 13.000 hombres el 8 de septiembre de 1925 en una operación considerada brillante que puso fin a aquella incipiente y desestabilizadora República del Rif (1923-1926). Se planificó, aprendidas las lecciones del fracasado desembarco en Galípoli en 1915 que intentó forzar el paso de los Dardanelos y llegar a Estambul, durante la Primera Guerra Mundial. De este desembarco en Alhucemas extraería las suyas, como describe en sus memorias, el general Eisenhower que dirigiría el desembarco de Normandía.

Sobre la Bahía, dirigida por el general José Sanjurjo, se había concentrado en septiembre de 1925 una fuerza franco española compuesta por 45 buques de guerra, 58 transportes de tropas, 24 barcazas tipo K adquiridas en Gibraltar, 144 aviones, 18 hidroaviones, además de todos los medios necesarios para apoyar el desembarco, su consolidación y progresión. Por primera vez se utilizaban carros de combate Renault FT.17 y Schneider CA.1 en unas operaciones que duraron hasta el 13 de octubre.

La Isla de Alhucemas fue base, junto a la artillería de los buques, del importante apoyo artillero, ante una costa bien protegida y minada. Veinticuatro obuses de 155 y otros tantos cañones de 7,5 formaban este apoyo. De ahí viene, la vocación artillera de los destacamentos, que aún hoy perdura. El teniente Manuel Acedo que manda el actual, resta importancia a las condiciones de vida, al aislamiento, la humedad, los vientos. Refuerza el concepto ya señalado en Vélez, del trabajo en equipo y se apoya en la conocida frase de Camilo José Cela referida al Ejército «que no es la masa, sino compañía», entendiendo por esta, unión, convivencia, saber hacer juntos, compañerismo; «el hombre es el mismo -añade- pero en un destacamento aislado los hombres cuentan mucho, cuentan tanto, que valen todo». El grupo, sin olvidar la persona, se comporta como un solo organismo que, dejando atrás intereses individuales, se dirige a este objetivo común que nosotros denominamos «misión». Protagonistas de esta misma misión, son los componentes de las Compañías de Mar, unas «fuerzas especiales» del Ejército de Tierra desde 1997, con más de cinco siglos de historia desde su creación por D. Juan de Guzmán, Tercer duque de Medinasidonia. De su definida vocación de servicio, superando condiciones adversas del mar, pensando siempre en el socorro de los destacamentos, me habla el Subteniente José Manuel Lozano, una institución en aquellas plazas a las que considera «su segunda casa». Son los que más turnos prestan: «pasó a la reserva recientemente uno de nuestros suboficiales con más de 120 servicios mensuales en destacamentos». Y cuando me habla de «sentimientos de arraigo a estos trozos de España y de la hermandad entre las guarniciones que los custodian» no dejo de sentir sana envidia, ante una España que ciertas personas y grupos quieren romper.

¡Gracias! ¡Feliz verano en Alhucemas!