Opinión
Unidad
Cuando muchos españoles estamos convencidos de que nuestra vida política está prostituida, asoma como mensaje de esperanza –necesaria para muchos, oportuna para cínicos y pillos- la palabra unidad.
Un mundo de delatores, frustrados, mentirosos, payasos, desertores y desleales, desfila día a día por el burdel en que han convertido a nuestra sociedad. Y no me quejaría, si por lo menos lo hiciesen con orden y eficacia. Porque un prostíbulo no tiene por qué ser desordenado y sucio. Las «visitadoras» en la conocida obra de Vargas Llosa, y en muchos sentidos los burdeles orientales que describe la otra premio Nobel Pearl S. Buck, no dejan de tener su organización, su higiene, sus turnos de descanso e incluso reconocimientos. La clave está en que aquel capitán Pantaleón es honesto y eficaz.
Lo de ahora, no es lo mismo: «madames» y proxenetas de nuestra vida política, no solo prostituyen, sino que abusan, malgastan, desengañan, manipulan, mienten. Sistemáticamente como rentable acción política, ventilan las basuras del vecino, pensando que con ello perfuman el hedor de las suyas. No quieren ser conscientes de que con ello, queman confianzas, ahuyentan inversiones, desmotivan, diluyen, aburren. Como cita un conocido comentarista, jugando con varias barajas marcadas, se está confundiendo el parlamentarismo con la trata. Por supuesto no faltan palmeros; demasiada gente vive bien en este barro, preparados por supuesto para cambiar de lugar, si otra lluvia los encharca. Poco a poco una sociedad que conocimos seria, trabajadora y responsable, se desentiende, se diluye, «pasa», en peligroso silencio.
El concepto de unidad se encuentra en el ADN de las Fuerzas Armadas. Hablamos de pequeñas y grandes unidades; de unidades navales y aéreas. Incluso la última organización surgida de sus filas, la UME, integra el concepto: Unidad Militar de Emergencias.
Su significado es amplio. Entraña «todos a una», equipo, esfuerzo, cohesión codo con codo, orden, reparto de atribuciones y responsabilidades, sacrificio de unos si es necesario, en beneficio de todos. Ahora que conmemoramos el centenario del nacimiento de La Legión, la lectura de su credo, la interpretación de su espíritu, llevan claro el marchamo de la unidad en su sacrificio, su valor, su juramento de no abandonar jamás al compañero. El artº 13 de nuestras Ordenanzas lo resume: «La unidad de las Fuerzas Armadas es el fruto de la armonía que ha de existir entre los miembros de los Ejércitos. El espíritu militar, la lealtad y el compañerismo son pilares donde se asienta la voluntad de asumir solidariamente la responsabilidad de la defensa». ¿Armonía, lealtad, solidaridad, responsabilidad, en nuestra vida política?
Y ante la aparición de ciertas iniciativas, me pregunto si unirnos puede dar respuesta al actual estado de postración. La anunciada fusión de La Caixa y Bankia –con todos los interrogantes que se presentan- es un primer indicio surgido de la necesidad, si realmente no se descuidan aspectos sociales; la propia reacción unitaria de una inmensa mayoría de alcaldes por tumbar el decreto sobre uso estatal de los remanentes locales, es otro ejemplo. Y ante la agresividad del virus, tres comunidades autónomas –las dos Castillas y Madrid- han unido esfuerzos buscando el bien común por encima de los colores políticos de sus dirigentes.
Algo se mueve.
A nivel local, en mis queridas Baleares, son significativas las iniciativas de sus ciudadanos más listos, los ibicencos, de integrar administraciones y unir a sus cinco equipos deportivos –fútbol, baloncesto, sala, balonmano y voley- en un solo patrocinio y una marca común. Pues por ahí quizás convenga empezar. Porque razón tiene el «premier» holandés Mark Rutte, que se desplaza en bicicleta a su lugar de trabajo, o su homónima finlandesa Sanna Marin, cuando nos increpan: ¿qué han hecho ustedes, aparte insultarse, mirar atrás con odio, desmontar la obra de los otros?.
Vuelvo a mi tierra, Menorca, cuando constato que para administrar a sus 75.000 residentes fijos, hacen falta ocho ayuntamientos con servicios propios –urbanismo, policía, tributos, polígonos industriales, aguas, basuras- a los que se añade un Consell Insular con buena plantilla de funcionarios, todos legislados y gobernados por otros bien dotados Parlament y Govern de les Illes Balears. Añádase a ello toda la ristra de delegaciones estatales con atribuciones muchas veces coincidentes y reiterativas. Cuando sabemos que todo esto no es privativo de Menorca: ¿qué le respondemos a Mark Rutte?
Por supuesto yo no pido que se repongan las cinco flechas que encontrábamos en nuestros pueblos como símbolos de unidad, tiempos atrás. Sí pido, y el momento lo exige, que saquemos lecciones y busquemos eficiencias en la unidad de acción. Constatado que desde arriba es prácticamente imposible conseguirlo, me agarro como salvavidas, a las iniciativas que puedan surgir desde la misma base de nuestra sociedad. ¡Como lo iniciamos en Covadonga!
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