Opinión
Somos muchos
Bien sabe el lector que hace más ruido un árbol en su desgarro y caída, que todo un bosque que crece lentamente.
Y somos muchos los que formamos el bosque. Silenciosos, agradecidos a la tierra, la lluvia y el sol, resistentes a las inclemencias del tiempo, ofreciendo frutos o modestamente leña, para dar calor, cobijo, servicio.
Pero son tiempos también de desgarros. Me pregunto quién son estos comunistas de nuevo cuño que pretenden darnos lecciones de convivencia y respeto e intentar obligarnos a tragar con su interpretación de nuestra historia. Solo sabemos de ellos que necesitan una sociedad arruinada –los ejemplos de la Venezuela bolivariana o de la Nicaragua de los Ortega son claros– para conseguir su objetivo de conquistar el poder y asentarse en él utilizando sus propias instituciones. Lo sabían quienes en otro octubre de 1918 asaltaron en Petrogrado el Palacio de Invierno, sede del gobierno de Kérenski y se mantuvieron en el poder más de siete décadas. Lo habían asimilado de Lenin que en su conocido decálogo señalaba: «corrompan a la juventud y deles libertad sexual; infiltren y controlen los medios de comunicación de masas; destruyan la confianza del pueblo en sus líderes; dividan a la población en grupos antagónicos; hablen siempre de democracia y estado de derecho, pero en cuanto se presente la ocasión asuman el poder sin ningún escrúpulo; contribuyan a destruir los valores morales, la honestidad y la confianza en los gobernantes».
Son estos mismos hijos de Lenin coaligados con antiguas bandas asesinas, los que pasan prepotentes sobre las conciencias de las víctimas, haciendo buena aquella premonición de Rousseau: «Conozco demasiado a los hombres para ignorar que con frecuencia el ofendido perdona, pero el ofensor no perdona jamás».
Porque somos muchos:
-los que hubiéramos deseado no se produjese tal día como hoy de 2017 el intento de golpe de estado en Cataluña. El mismo día que en 1934 la CEDA retiraba su apoyo al gobierno Samper desencadenándose una huelga general el día 5, el levantamiento cruento de Asturias y el golpe de estado de Companys del 6 de Octubre contra la Segunda República, sofocado con mano firme por el general Batet. Consecuencias semejantes: juicios, condenas, pulsos, resquebrajamiento de la sociedad.
-los que diseñamos y consensuamos líneas de convivencia pensando más en las generaciones que nos seguían que en las que nos precedieron.
- los que somos leales a una institución que nos dimos y votamos, como es la Monarquía Parlamentaria, que ha demostrado tener suficientes resortes para superar difíciles crisis institucionales e incluso personales.
-los que conocemos las consecuencias del odio y la confrontación a lo largo de nuestra Historia, utilizadas hoy como arma política por personas sin más equipaje moral que su propia ambición personal.
-los que consideramos positiva la alternancia política. Bernard Shaw lo dejó escrito: «A los políticos y a los pañales hay que cambiarlos con frecuencia y por las mismas razones»: ¿A qué viene ahora espetar a la oposición: «Ustedes nunca se sentarán en un Consejo de Ministros?» ¿Ya se sienten perpetuados en el poder? Afirmándolo con tal fe, se olvidan de aquella máxima de Aristóteles: «El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona».
Siempre que me sumerjo en páginas negras de nuestra Historia busco elementos positivos, que los hay, como el que España se librase de las dos últimas Guerras Mundiales.
Si fuésemos capaces de analizar lo que nos ha sucedido ahora, desprendidos de pulsos y zancadillas políticas –¿podría ser la Inspección General de Sanidad de la Defensa la que condujese el análisis?– ya deberíamos estar formando equipos para diseñar incluso el día D+1. Porque con parámetros diferentes, tras la pandemia, la vida reaparecerá con fuerza, como al final de las Guerras Mundiales. ¿Tampoco estaremos preparados?
Don Quijote ya advirtió a Sancho: «Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucederse bien las cosas; porque no es posible que el mal ni el bien sean durables y de aquí se sigue que habiendo durado mucho el mal, el bien ya está cerca».
Somos muchos los que necesitamos un rayo de esperanza.
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