Opinión

El dedo

Se montó un lío gordo el otro día en la Asamblea de Madrid a cuenta de un dedo señalando. La del dedo era Mónica García, diputada de Más Madrid, médico de profesión, a la que he escuchado alguna que otra vez denunciando el estado de la sanidad pública con mucha firmeza y dando la sensación de que domina el asunto y sabe de lo que habla.

Esta diputada estaba debatiendo de manera muy enconada con el consejero de Hacienda de la Comunidad de Madrid, Javier González-Lasquetty. Él, en un momento de ese debate, la señala con el dedo índice pero cerrando el puño y ella le responde primero con un gesto que indica robo y después le señala también con el índice pero dejando el pulgar levantado. Y a partir de ahí, el espectáculo. El espectáculo lamentable en el que nos vemos sumidos los ciudadanos día tras día, ese que nos está provocando un desapego muy peligroso de nuestros representantes que siguen con sus jueguecitos y sus mierdas sin darse cuenta de que sus cuitas personales no importan ahora.

Que la gente se muere, enferma, pierde sus negocios, y tiene miedo porque esta maldita pandemia no solo no parece acabar, sino que ha vuelto con renovadas fuerzas a amargarle la vida al mundo, a dejarnos descorazonados y, en algunos casos, desesperados. Mientras toda esa desazón se multiplica, esta gente (que se supone que apareció en una lista que metimos en un sobre y en una urna con intención de servicio público) se entretiene en si ese dedo colocado de manera muy fea (todo hay que decirlo) era artrosis o simulaba una pistola.

Con este espectáculo que tanta vergüenza ajena provoca, dan ganas de imitarle el gesto a esta señora y ponernos la mano en la sien. Qué momento más malo para coincidir con toda esta panda al frente, por Dios.