Opinión
Pies en el suelo
Nuestra institución Ejército, lleva unida a su condición de «en ejercicio» la de su referencia principal «de tierra», como la Armada estuvo y está unida al mar y como se bautizó a comienzos del XX, a aquellas nuevas formaciones que desafiaban el aire.
Los ejercicios en tierra representan, contacto físico con sus gentes, valorar el esfuerzo de quienes la trabajan, sortear ríos, valles y cañadas, pisar riscos, patear pantanos. En resumen: tener «los pies en el suelo». Bien lo sabemos quienes apostamos por tácticos envolvimientos verticales, lanzados en paracaídas por nuestros hermanos del Ejército del Aire: pasase lo que pasase en un avión de carga, pasase lo que pasase colgado de una seda, siempre, siempre, nos aguardaba la tierra: algunas veces, amiga; otras, dura y hostil.
Hoy, cuando leo en titulares que 411 de nuestros compatriotas fallecieron en las últimas 24 horas, este Ejército con los pies en el suelo, ha sacado a licitación seis contratos para material sanitario entre el que se encuentran 13.000 sudarios para atender a posibles fallecidos por COVID. Se apoyan los contratantes en los informes de sus Hospitales Militares-que también atienden a personal civil de sus barriadas y donde fallecieron 400 personas- y en las tristes experiencias de la anterior ola en primavera donde custodiaron 1.800 féretros. Han anotado como se llevó IFEMA o el Palacio de Hielo; lo que encontraron en residencias de mayores; las demandas que les llegaban por todas partes. No es ahora momento de dejarse sorprender o superar.
Por supuesto esta previsión difícilmente encaja en las habituales licitaciones de material militar; en consecuencia con lo ajustado de los presupuestos, algunos dormitorios, servicios, mantenimientos, se pospondrán para mejor ocasión. Más de un uniformado lo sufrirá. Ya se sabe: «decidir es seleccionar; seleccionar es renunciar».
El número 13.000 asusta y Dios quiera que los licitadores se hayan equivocado, ahora que ha asomado la luz de una vacuna útil. Pero la previsión forma parte de las características de un Ejército acostumbrado a analizar y relacionar la misión, con el terreno, el enemigo y los medios propios. Y con cuanta más fuerza y previsión los afronte, más fácil y llevadera será su ejecución. Otra máxima nos lo recuerda: «instrucción dura, guerra blanda; instrucción blanda, guerra dura». En resumen será mucho mejor que sobren y se puedan dar de baja por caducos los sudarios, a que a última hora tengamos que pedirlos a precio de oro a un intermediario de Singapur.
¿Qué supone además esta noticia?. Transmitir confianza en las instituciones, aspecto que se une al esfuerzo de meses anteriores y al actual eficaz y discreto trabajo de rastreo. Esta confianza es fundamental para no caer en el agujero negro del pesimismo colectivo que invade a nuestra sociedad, que muchas veces considera a una clase dirigente incapaz de responder con eficacia a una emergencia generalizada como la de la pandemia, pero que parte de esta misma sociedad tampoco se afronta con los debidos resortes morales como pueden ser la disciplina o más simplemente el civismo. Cuando nos preguntamos por qué en Asia se ha superado esta segunda ola de forma diferente a Europa, nos da la respuesta el filósofo alemán de origen coreano Byung-Chul Han: «cuando las personas acatan voluntariamente las reglas higiénicas, no hacen falta controles ni medidas forzosas que tan costosas resultan»; «hoy, el que grupos de adolescentes celebren fiestas ilegales, que se escupa o se tosa a los policías que intentan disuadirlos, que la gente ya no confíe en el Estado, son muestras de la decadencia del civismo». «Paradójicamente, dirá un columnista amigo, fiel a una la sufrida prensa local, (1) tienen más libertad que nosotros los asiáticos que acatan voluntariamente las severas normas higiénicas».
Solo añadiría a esta reflexión, introducir la irrenunciable obligación de nuestra clase política, de asumir aquella definición que nos legó un cercano Albert Camus sobre la Ley: «el débil intento del hombre por sentar los principios de la decencia». Con el civismo, la decencia es la gran desaparecida en combate. Por razones que se esgriman, no se modifica por orden ministerial, el Artículo 20 de nuestra Constitución en sus cinco y bien pensados puntos; por razones de Estado no puede mentir seis veces un ministro sobre las pistas de Barajas; no se puede subastar el español por cinco escaños parlamentarios contraviniendo también artículos constitucionales y reiteradas sentencias del Tribunal Constitucional, conscientes de la trascendencia de esta cesión que no solo afecta a Cataluña sino que influye en Valencia y Baleares. ¿Entran en el territorio de la decencia estas situaciones por mucho que queramos comprender que la política es el arte de lo posible?.
Vuelvo a mis «pies en el suelo». ¡Menos mal!
(1) Pedro J. Bosch. «El declive del civismo». Diario «Menorca» 7 Nov. 2020
Luis Alejandre es general (r)
✕
Accede a tu cuenta para comentar