Opinión
Barranco seco
Un 14 de noviembre de 1975 se firmaba en Madrid el llamado Acuerdo Tripartito que ponía fin a una escalada de violencia en la que había sido la provincia española del Sahara. En momentos difíciles, pasamos el problema a Naciones Unidas, a la vez que cedimos la administración del territorio, que no la soberanía, a Marruecos y Mauritania, que ocuparon el vacío de nuestra presencia. No lo asumió el Frente Polisario que reclamó y sigue reclamando el derecho de los saharauis sobre aquella tierra. Miles de ellos acabaron y siguen arrinconados en Tinduf –hoy, alrededor de 200.000, difíciles de cuantificar– dependientes de la ayuda internacional, desilusionados con los esfuerzos diplomáticos de décadas, incluidos los de sus propios dirigentes. NN.UU. intentaron buscar una solución ganando un tiempo que asegurase la paz en el territorio, creando la Misión para el Referendum en el Sahara Occidental (MINURSO) cuyo último enviado especial, el alemán Horst Köhler, dimitió en mayo del pasado año, sin que la Organización haya sido capaz de encontrar sustituto.
Este 14 de noviembre, cuarenta y cinco años después, el Ejército marroquí restablecía el tráfico comercial con Mauritania por el paso de Guerguerat, extremo sur del territorio, bloqueado desde hacía tres semanas por saharauis. En estos últimos años el paso ha cobrado gran importancia pese a que esta frontera no esté internacionalmente reconocida. Le faltó tiempo al Polisario para acusar a Marruecos de violar el alto el fuego acordado en 1991 y declaró el «estado de guerra».
Las claves actuales del conflicto son bien conocidas:
– Marruecos declaró abiertamente en 2019 que rechazaba la vía del referéndum, proponiendo una autonomía saharaui con amplias prerrogativas. Esta mención al referéndum ha ido desapareciendo incluso en las Resoluciones de NN.UU. En la última (S/RES 2.494 de 30 oct. 2019) sobre el contencioso, «aboga por una solución política» sin citarlo.
–Argelia vive una difícil época post Buteflika agravada por el declive de los precios del gas y el petróleo. Para nada le interesa alimentar un conflicto con su vecino.
– Los intereses económicos siguen presentes. Si en 1975, fueron «lobbys» norteamericanos los que consiguieron recuperar el control del precio mundial de los fosfatos, que una magnífica explotación del INI en Bucraa hizo tambalear, hoy en la zona acampan las mafias que canalizan migraciones hacia Europa. Tampoco podemos soslayar que Marruecos aprobó la extensión hasta 350 millas su espacio marítimo invadiendo aguas españolas del sur de Canarias.
-Marruecos huele siempre nuestras debilidades y azuza sagaz los problemas migratorios. Ya lo hizo en 2006; le ha venido muy bien ahora la peligrosa «diplomacia alternativa» desplegada por Pablo Iglesias echando leña a un fuego que han intentado sofocar Marlaska en Rabat y González Laya en Dakar.
–Personalmente nunca podré obviar el dolor que nos causaron aquellas primeras acciones del Polisario contra unidades de nuestro Ejército –secuestros de patrullas y asesinatos incluidos–, realizados por soldados que habían jurado lealtades. El pueblo español ha sido generoso con ellos, pero este pecado original les acompañará siempre.
El resultado de todo esto, se vive dramaticamente en Canarias. Ana Oramas lo resumía recientemente: «La gente de Salvamar está agotada; el radar que controla los flujos no funciona; las patrulleras de Frontex no actúan a pesar de que ya en febrero alertaron sobre la crisis que se les venía encima; un Ministro de Inmigración no se habla con el de Interior; un Delegado del Gobierno desinformado; una Ministra de Política Territorial desaparecida; un Presidente del Gobierno descortés con Marruecos; un Vicepresidente que en mitad del conflicto alienta al Polisario; una Ministra de Asuntos Exteriores, perdida».
El final de una descoordinada gestión lleva inexorablemente a la trágica situación como la vivida sobre los muelles de Arguineguín. Y se toma como medida activa involucrar otra vez al Ejército y utilizar instalaciones en desuso como las del antiguo polvorín de Barranco Seco en Gran Canaria. ¡Del aviso de Frontex en febrero a una solución de urgencia a finales de noviembre! ¡Es para felicitarles! Y quizás el nombre de «barranco seco» sirva para definir la acción de unas administraciones que, estoy seguro estaban advertidas, teniendo como tenemos dos patrulleras de la Guardia Civil y un helicóptero de la Policía en Dakar, un destacamento del Ejército del Aire con 65 efectivos apoyando la operación Marfil de NN.UU. contra el terrorismo y servicios de inteligencia desplegados en toda la amplia zona. ¿Quién no tomó medidas a su tiempo? ¿Quién debía coordinar las diferentes administraciones?
Gran Canaria desde sus cumbres de sol y nieve, es barranca viva, vegetación subtropical, aprovechamiento de las aguas, trabajo, riqueza, vida. Cuando los canarios a un barranco le llaman seco, es que no sirve para nada. Igual que los que han gestionado esta crisis.
Luis Alejandre es general (r)
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