Opinión
Camino cubierto
Bien era consciente el buen rey Carlos III del coste territorial que había supuesto para España la llegada de su dinastía. Con la excusa de la Sucesión, Inglaterra, siempre ávida de puntos de apoyo para sus escuadras y su comercio, se cobró en especie sus apoyos: Gibraltar y Menorca. Tras hacer lo imposible por recuperarlas, recurriendo a la negociación política, al canje y finalmente a la guerra, el Peñón resiste como renta vitalicia; Port Mahón no, conquistado tras duro asedio. Las dos eran plazas con recursos suficientes para resistir un tiempo limitado, a la espera de los refuerzos de sus escuadras, tras la supremacía naval inglesa alcanzada tras la Guerra de los Siete Años (1756-1763). En el caso de Menorca la baza que jugó Floridablanca fue la Guerra de Independencia de las Trece Colonias norteamericanas en la que estaban empeñadas. No podían socorrer en plazos útiles a la Balear Menor. (1)
De ahí la alegría del Rey Ilustrado cuando supo que Menorca se había recuperado «para su Dios y su Rey» según consta en cuatro idiomas en un obelisco conmemorativo, en el que reza un bello texto atribuido a Jovellanos. Utilizó el término Pascua para asociarlo a las conmemoraciones navideñas, dada la fecha del 6 de Enero como la del comienzo del asedio en 1782, al teóricamente inexpugnable castillo de San Felipe –una obra inicial de Juan Bautista Calvi– que dominaba el amplio y seguro puerto de Mahón.
Con el tiempo, la conmemoración se ha convertido no solo en encuentro del Rey con sus Fuerzas Armadas, («hacer llegar mi real aprecio»), sino en conmemoración histórica («expresión de júbilo por la conquista de Menorca y de regocijo por las ilusionadas esperanzas de recuperar Gibraltar») y día de mensaje institucional con balance de lo hecho y proyectos de futuro. Pone fin al período navideño, marcado este año por los efectos de un extraño y cruel virus. Por supuesto difícil obviar el día de la Pascua Militar de 2014, que marcó un punto de inflexión del reinado de Juan Carlos I al presentarse en debilidad ante sus leales «compañeros de armas».
Hoy el Rey ha recordado «que todos estamos incondicionalmente comprometidos con la Constitución» considerada esta como «origen de la legitimidad de todos los poderes e instituciones del estado». Al resaltar el «valor, lealtad, disciplina y humanidad de las FAS y de la Guardia Civil», me ha hecho recordar al poeta.(2)
«donde les ordenan van; jamás cansados
ni el bien les asombra, ni el desdén les hiere»
Ya en el Mensaje del pasado 24 de diciembre Felipe VI tuvo unas palabras de reconocimiento, priorizando a los sanitarios, deteniéndose en las difíciles perspectivas de los jóvenes, pero resaltando la fortaleza de la sociedad y la solidez del Estado «comprobado, por ejemplo, con la eficacia y entrega de los miembros de las Fuerzas Armadas, de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, Protección Civil y Servicios de Emergencias».
Si el discurso fuese solo para los miembros de las Fuerzas Armadas, sus palabras serían sencillas, cercanas, breves: «gracias; soy testigo de lo que hacéis por tierra mar y aire; sois ejemplo de eficacia y servicio; pilar institucional del Estado, serio y fiable; hacéis del mandar, servir, con más deberes que derechos; siento las carencias que sufrís». Pero el discurso tiene otros destinatarios, algunos solo pendientes de egoístas reivindicaciones.
El tono que ha utilizado el Rey me ha recordado los consejos que el Duque de Ahumada redactó en la Cartilla del Guardia Civil:
«prudente, sin debilidad,
firme, sin violencia,
político, sin bajeza».
Por supuesto tiempos marcados por la pandemia, en que los números cobran protagonismo por sí solos: entre marzo y junio de 2020, 22.500 intervenciones de miembros de las FAS en 2.302 poblaciones; 11.000 desinfecciones, de ellas 5.300 en Residencias de Mayores; se llegaron a registrar 600 peticiones de ayuda en un día; hoy constan 780.337 rastreados; se gestionaron 1.800 fallecidos custodiados en los tres palacios de hielo de la Comunidad de Madrid, convertidos en improvisadas morgues, en las que como le dijeron a la Ministra: «nunca dejamos sola a nuestra gente; se fueron con dignidad». No extraña que Margarita Robles, una magistrada que ha sintonizado bien con los uniformados, declare que las operaciones «Balmis» y «Baluarte» constituyen «la mayor operación de paz que hemos hecho nunca». Y todo sin abandonar operaciones más genuinas de las Fuerzas Armadas desarrolladas en los países Bálticos, en Irak, en El Líbano, en las puertas del Sahel, en el Cuerno de África, en la protección de nuestros espacios aéreos y marítimos; hoy mismo en León.
El «camino libre y democráticamente decidido por el pueblo español» está bien cubierto.
(1).Desarrolló esta tesis en 1933, el entonces Teniente de Navío Carrero Blanco alumno de la Escuela de Guerra Naval de París. Editada por Museo Militar de Menorca. 1983.
(2) Amós de Escalante. Atribuido frecuentemente a Eduardo Marquina
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