Gente
Envejecer
No es fácil acertar en el amor, pero es aún más difícil hacerlo con la lista de profesionales de tu seguro médico.
Demi Moore se ha hecho un estropicio en la cara en nombre de la eterna juventud. Es como si hubiera aparecido un lanzador de cuchillos con mala puntería, le pegara dos navajazos debajo de las mejillas y así se ha ido la pobre a la Pasarela de París, sin haber denunciado a su cirujano plástico ni nada. No es fácil acertar en el amor, pero es aún más difícil hacerlo con la lista de profesionales de tu seguro médico. La actriz ya mostró, la pobre, que dejar a Bruce Willis no fue su mejor opción en la vida porque acabó con un jovencito con flequillo que había protagonizado películas de mierda para, al final, pasar todas las Navidades con ese clavo magnífico que tiene por ex y que es el hombre que yo quisiera que me cortejara para siempre: John McClane. Al otro lado se encuentra James Spader, el Raymond Reddintong de “The Blacklist”. Acaba de cumplir sesenta años y dice que le encanta verse envejecer en televisión. A la Moore, dos años menor que el actor de Boston, le encantó verse como una modelo jovencita y él, sin embargo, asegura que le mola que se le note el paso de los años. Quiero recordarles que el intérprete fue locuela con melenita y terror de las nenas en muchas películas, algo así como una portada del Super Pop. Ambos muestran las dos formas de asumir la madurez, las dos maneras de enfrentarse al paso del tiempo, los dos caminos que puede elegir un ser humano para llegar a esa edad a la que ya, por lo visto, no nos van a vacunar. Yo, sinceramente, prefiero la de Spader. No quiero tener ni otra edad, ni otra cara, ni quiero ligar con chiquillos que podrían ser mis sobrinos, ni me interesa que no me reconozca mi madre cuando acuda a verla porque me haya puesto otra cara, otro cuerpo y hasta otra forma de vestir. Me gusta verme más madura, más firme, menos expuesta a que me dañen. Que les den, que yo voy por mi carrilito.
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