Pandemia

El último tirón

Hacerlo entre todos, salir de esta, quizá pueda mitigar el dolor que se ha vivido en muchas casas y las dificultades de futuro en muchas otras.

Durante todo el año pasado vi a mi madre tres veces. En este todavía nada. Me cité con un amigo del alma en marzo del año pasado porque ya llevábamos seis meses sin vernos. Se van a cumplir diecinueve desde la última vez. Pasé cinco días en Cádiz en verano, sola, y no he vuelto a estar en ningún otro lugar por ocio. Ni siquiera por negocio. Vivo en mi barrio como si fuera un pueblo, como si más allá de la oficina de Correos hubieran cambiado las dos primeras cifras del código postal. He aprendido a hacer lentejas y algún arroz que intenta pasar del engrudo. Me he comprado una cafetera de cápsulas, un robot que barre, una tetera aunque odio las infusiones y tomo vitaminas para reforzar el sistema inmunológico. Hago deporte. Lo nunca visto en mí. Gracias al perro, camino por el parque. Gracias al perro, podía salir en aquellos primeros días donde la gente te observaba desde sus ventanas, donde la calle, en una esquina, era una película de miedo. Me compré un abrigo que nunca me llegó. He perdido pelo. Mucho. Duermo mal. Lloro bastante. Casi todos los días. Pasé el coronavirus sin saberlo porque el test de antígenos dio negativo, pero ahora estoy llena de anticuerpos. Tengo secuelas. He perdido aún más pelo, una pena que el de las piernas no funcione igual. Me duele el pecho. No sé a quién votar. Tengo a mano el tensiómetro, el medidor de oxígeno en sangre, ibuprofeno en roll-on. Me he comprado una báscula de baño pero le he quitado la pila para no subirme por descuido y llevarme un sofocón. Y aún así, hay días que bajo a la calle y no llevo mascarilla. Quizá sea la perfecta metáfora de que nadie se acostumbra a lo malo. Nadie puede ni debe acostumbrarse a esto. Hacerlo entre todos, salir de esta, quizá pueda mitigar el dolor que se ha vivido en muchas casas y las dificultades de futuro en muchas otras. No es un consuelo, pero tampoco queda otra, ¿no? Pues eso, al lío y a aguantar este último tirón.