Tomás Gómez

En defensa de Leguina y Redondo

A ambos les echan por tener opinión propia, no por no ser socialistas sino por no ser sanchistas.

El título de esta tribuna, en realidad, es inapropiado porque estos dos veteranos, mentores de muchos socialistas, se defienden solos mucho mejor de lo podamos hacerlo cualquiera de nosotros.

Sin embargo, creo que es necesario escribirla y hacer explícito lo que pensamos muchos en el PSOE porque, precisamente, el problema del partido es el silencio. Pedro Sánchez intenta acabar con la libertad para opinar, criticar o apoyar algo que no sea su propia persona eliminando a los que quieren pensar por sí mismos.

Si no rectifica, y decide que el expediente termine en una expulsión, sería una infamia y un tramo más de esa espiral de corte dictatorial en que se ha instalado Sánchez.

Nombra y cesa responsables orgánicos a su antojo, ha eliminado órganos de debate interno en los que se pueda ejercer el derecho constitucional a militar activamente y participar de las decisiones del Partido Socialista y a quien se le ocurra contravenir su venerada persona, será cesado, expulsado y, muy probablemente, activará todas sus influencias mediáticas para desacreditarlo públicamente.

A continuación será eliminado de la historia del PSOE, desaparecerá hasta de las fotografías oficiales. No es algo genuino, como nada en Sánchez, es una invención de Stalin.

Conocí a Nicolas Redondo en la campaña electoral vasca del año 2001. Algunos socialistas madrileños fuimos a apoyar su candidatura y a dar cobertura a los territorios vascos.

En ese tiempo, muchos compañeros, concejales, diputados o militantes de base estaban amenazados por ETA, a los alcaldes socialistas, que habían sido elegidos por mayorías holgadas, sus vecinos no les saludaban en la calle para no comprometerse, incluso recuerdo que conocí a uno de ellos cuya hija estaba embarazada y el feto estaba amenazado por la banda terrorista.

Personas como Nicolás defendían nuestros principios exponiéndose a un tiro en la nuca.

Joaquín ha sido el único socialista que ha presidido la Comunidad de Madrid. Cambió la región poniendo en marcha el Consorcio de Transportes, el ingreso madrileño de integración o dio, junto a Tierno, alas a la movida madrileña. Con él, a Madrid solo le faltaba playa, llegaron a cantar los rockeros.

No les echan por una foto con Ayuso, les echan por tener opinión propia, no por no ser socialistas sino por no ser sanchistas. En su despotismo sin ilustrar, ha apartado a hombres y mujeres solventes y con bagaje incorporando en su lugar a mercenarios a sueldo como Iván Redondo que estando a sueldo del PP extremeño persiguió política y personalmente a Fernandez Vara o Irene Lozano, que debe una petición de perdón por los insultos a los socialistas cuando era la dama de compañía de Rosa Díez.

Es necesario defender públicamente a Redondo y Leguina porque, no hacerlo es colaborar con una organización en la que el silencio y la paz interna se consiguen a través de la amenaza y del miedo a la destitución o a la expulsión.

El PSOE ha sido secuestrado por un grupo de mediocres que campan a sus anchas con sus intelectos menudos y destornilladores en mano para abrir cerraduras y hacer genuflexiones ante el amo.

Si Redondo y Leguina son apartados, algunos nos iremos con ellos.