Francisco Marhuenda

Marruecos, una batalla perdida

A estas alturas no sabemos si la crisis está o no cerrada en falso

En el tema de Marruecos es bueno asumir que siempre perderemos cualquier batalla política. Es un país con el que tenemos profundos lazos históricos, con los aspectos positivos y negativos que esto representa, y fuimos, dicho irónicamente, potencia colonial actuando de comparsa con Francia que tenía la zona más grande e importante del protectorado. España enterró miles de vidas y recursos desde el siglo XIX en las guerras con Marruecos y un patético sueño imperial trasnochado. El Desastre de Annual reflejó la profunda crisis que vivía el régimen nacido de la Restauración y provocó la llegada de la dictadura del general Primo de Rivera, aplaudida por casi todo el arco parlamentario incluido el PSOE y la UGT. España hizo una labor positiva cultural, social y económicamente en nuestro de vecino del sur, pero casi siempre hemos estado menos considerados que Francia. A pesar de ello, nuestro papel ha sido y puede ser muy importante si el gobierno es algo menos torpe. La crisis de Ceuta pone de manifiesto nuestra debilidad, porque en unas horas atravesaron ilegalmente miles de personas sin que sepamos la cifra exacta.

En cualquier caso sería el equivalente a más del diez por ciento de la población ceutí. Este dato, que podemos trasladar a las ciudades y comunidades donde vivimos, nos permite comprender el impacto que representa. No hay duda de que es algo impresionante y una prueba de fuerza demoledora del gobierno marroquí. La chapuza irresponsable de traer al líder del Frente Polisario ha provocado la mayor crisis migratoria que hemos vivido y es un serio aviso de que Marruecos puede llenar nuestras costas de decenas de miles de inmigrantes. El efecto llamada que tendría un relajamiento en la zona marroquí de la frontera es imposible de cuantificar. Por otra parte, es lamentable constatar el entreguismo de la izquierda política y mediática que, como siempre, tiene una doble vara de medir. Lo de las devoluciones en caliente es antológico, pero no pasa nada. A estas alturas no sabemos si la crisis está o no cerrada en falso. Es una de esas situaciones en las que no nos podemos creer las versiones gubernamentales, algo que no critico e incluso entiendo, porque ahora toca humillarse lo más discretamente posible para que nuestros vecinos pasen página del incidente. Esperemos que no tengamos más ocurrencias para favorecer a un personaje tan siniestro como el líder del Frente Polisario y hay que rechazar el despropósito de la autodeterminación del Sáhara.