Opinión

El cementerio de Sánchez

Que Carmen Calvo va a salir del gobierno en unas semanas es un secreto a voces. La excusa es Irene Montero y en la ley Trans pero, pensar que una dirigente de peso medio de un partido en caída libre, como Podemos, es no querer la realidad.

Lo que pasa es que a Sánchez le duran poco los equipos. Por su carácter, desconfía de los demás, eso genera en las personas de su entorno una competición por demostrar que son los más leales colaboradores de cuantos le rodean, cuestión que sumada a su sentido de la supervivencia, hace que todos los que le acompañan se acerquen tanto al precipicio que termina cayendo por él.

Seguramente, Carmen Calvo ha defendido vehementemente cosas en las que no cree o ni siquiera estaba de acuerdo, pero su apoyo incondicional a Sánchez le ha hecho exponerse e incluso erosionarse.

El líder socialista piensa que para eso están los equipos, de manera que, entre los que ha aniquilado por ser adversarios, los que derrotado, como a Susana Díaz, y los que le han sido serviciales pero han dejado de ser útiles, podría tener un enorme cementerio político.

Pero la salida de Calvo no va a ser la única. No le van bien las cosas al PSOE y Sánchez necesita repulsivos. Será una manera de matar tres o cuatro pájaros de un tiro distrayendo la atención mediática durante unos días, porque últimamente está demasiado expuesto a la crítica pública y su imagen se deteriora por días por los indultos fundamentalmente.

Habrá que estar atentos a los nombres que abandonan la mesa del Consejo de Ministros, no para sacar conclusiones sobre la deriva ideológica del ejecutivo que, por otra parte, será lo que ocupará más páginas en los medios de comunicación, sino para ver quien tiene realmente poder en el entorno de Sánchez.

Que hay una pugna entre aquellos que vienen de batirse el cobre orgánicamente en el PSOE, sobre todo en las primarias que sirvieron como excusa para autocoronarse Rey Sol, y los que han llegado después, capitaneados por el omnipotente Iván Redondo, es una realidad y la próxima remodelación tiene como objetivo fundamental dirimir quien se queda con la merienda.

Será interesante ver cómo queda Ábalos, que si ya ha expresado su deseo de convertirse en ministro de defensa es porque sabe que le toca ejército y, dada su experiencia, prefiere hacer de la necesidad virtud. Pero lo que se cuece es si el saldo final le reporta más o menos poder.

Por último, también habrá que poner un foco en las nuevas incorporaciones. Los que entren en el ejecutivo serán los elegidos para hacer de la mano del presidente el siguiente tramo, de lo queda de legislatura hasta las próximas elecciones.

De nuevo, Sánchez utilizará la Moncloa para intentar salvarse y para quitarse gente de encima. Hasta la fecha le ha salido bien, pero no está escrito que vuelva a ser así. De momento, sigue ampliando nichos.