Política

Las ministras hiperventiladas

Me niego a compartir la sobreactuación y la propaganda alrededor del lenguaje, porque los excesos conducen al ridículo

Uno de los mayores problemas que sufre este gobierno es el estado de aburrimiento y ocio permanente de los representantes de Podemos con la excepción de la vicepresidenta Yolanda Díaz. Es comprensible, ya que no han trabajado nunca, salvo en pequeñas actividades de escasa relevancia, por lo que les resulte extraño no considerar el consejo de ministros como una prolongación de la barra del bar de la facultad, donde querían cambiar el mundo desde su visión pijo progre.

No hay que sorprenderse por el estado de hiperventilación que afecta a las ministras que necesitan mantener el activismo político porque no tienen nada que gestionar y necesitan dar sentido a sus vidas ahora que pertenecen a la casta. Este vacío les debe de producir vértigo y explica que se dediquen a administrar las ocurrencias, los estrambotes y otras tonterías de escaso valor intelectual. Este carácter superficial unido a la obsesión por las redes sociales explica que nadie se las tome muy en serio y que, efectivamente, contemos con la excentricidad de tener cuatro ministerios floreros en el gobierno.

Toda mi vida he defendido la igualdad y el ascensor social, por lo que me siento muy gratificado por constatar que formar parte de la dirección de Podemos garantiza que los jóvenes airados de familias acomodadas lo sigan siendo sin necesidad de recurrir a la generosidad del matriarcado, patriarcado o de ambos a la vez. Lo más pintoresco de la ansiedad permanente de las ociosas y los ociosos ministros es la preocupación por destrozar el idioma español o los conceptos jurídicos y constitucionales.

No me extraña que el elemento femenino esté hiperventilado con esa cruzada del lenguaje inclusivo que no tiene ningún fundamento. He defendido que ha habido y sigue habiendo machismo, que luchar por la plena igualdad nos compete a todos y que el mundo y la historia son imperfectos y muchas veces espantosos, pero tenemos que avanzar para que el futuro sea mejor y más justo.

No obstante, me niego a compartir la sobreactuación y la propaganda alrededor del lenguaje, porque los excesos conducen al ridículo.

Me gusta la palabra patria y aún más la madre patria, que es como se refieren a España al otro lado del Atlántico. Esto nos une a todos, con la excepción de los que quieren destruir esta gran nación.