El desafío independentista

Amor propio

Para la actual propaganda institucional, parece que el usuario ideal sería un infante retardado con un muy marcado déficit de atención.

Estas vacaciones muchos me preguntan cómo es posible que una parte importante de mis paisanos catalanes acepte mansamente que se intente cargar a sus bolsillos los avales de fianzas personales por posibles conductas delictivas. Si se generalizara creer a los delincuentes cuando dicen que lo han hecho por nuestro bien (argumentan los preguntadores) nos pasaríamos el día haciendo el primo y pagando responsabilidades del mundo del hampa. Pero no lleva a ninguna parte entrar en debates de si unos votantes son primos y otros no. Si tuviéramos que explicar el apoyo de muchos alemanes al nazismo diciendo que eran tontos, no nos aportaría gran cosa. Lo que sí es cierto es que las sociedades entran a veces en procesos febriles que les conducen a decisiones en las que se perjudican a sí mismas. La existencia de un contexto de manipulación explica gran parte de estos fenómenos. Que en Cataluña nos encontramos hace años en un escenario de una particularmente grosera manipulación institucional es conocido de todo el mundo. Pero el halago al paleto se mezcla además con ese nuevo mundo digital que nos acosa con sus excesos y nos influye.

Hay cuatro autores interesantes que es muy didáctico leer estos días para prevenirse de esos efectos combinados de manipulación y acoso. Son Tristam Harris, Eli Pariser, Nathan Jurgeson y Seth Stephen- Davidowitz. El primero nos previene sobre la especulación comercial que se está dando con la captación de nuestra atención y nuestro tiempo. El segundo sobre como el lector y el oyente pausados son malos usuarios para esos propósitos. El tercero nos avisa sobre la falsa división entre realidad natural y tecnología; la tecnología es parte de la naturaleza. Y el último nos recuerda que las estadísticas de búsquedas en internet nos dan un desagradable retrato de cómo somos y no de cómo pretendemos ser. Leyéndolos, queda claro cuan complicado es explicarle a alguien que les están engañando, porque la gente tiene su amor propio y a nadie le gusta sentirse estúpido. Pero lo cierto es que, para la actual propaganda institucional, parece que el usuario ideal sería un infante retardado con un muy marcado déficit de atención.