Botellón

Ocio nocturno, sí. Macrobotellón, no

«Comenzó como una mera experiencia de ocio juvenil más barata»

Lo sucedido este pasado fin de semana en Barcelona coincidiendo con las fiestas de la Mercè que, ante los desmanes de todo tipo producidos por unos jóvenes violentos, ebrios y enloquecidos, degeneraron en una ciudad sin ley durante largas horas, ha puesto el foco en un divertimento que comenzó como una mera experiencia de ocio juvenil más barata, para convertirse en un problema serio para la convivencia que hay que afrontar con la urgencia y la seriedad que requiere. En este caso el escaparate ha sido la Ciudad Condal, pero otras ciudades como la capital madrileña, Sevilla, Logroño, Bilbao, Valladolid, Valencia… han experimentado en estas fechas las consecuencias que tienen en común este tipo de eventos: quedan convertidas en auténticas pocilgas, con un daño y perjuicio claro para el descanso vecinal, el espacio público y el mobiliario urbano, que denota el preocupante incivismo de esas masas juveniles. Preciso es no generalizar injustamente esos reproches a una juventud que acude masivamente a conciertos musicales sin crear problemas de este tipo, o lo hace a concentraciones como las JMJ, que convocan a millones de jóvenes de todo el mundo con un comportamiento ejemplar. Pero los macrobotellones –más de 40.000 asistentes en Barcelona– no responden a ninguno de esos esquemas, ni por el perfil de los jóvenes ni por el objeto de los mismos. Mientras los mandos de los Mossos y la Guardia Urbana se reprochan mutuamente la responsabilidad de lo sucedido, la sociedad tiene necesidad de una apremiante solución. Ocio nocturno sí. Pero esto no.