ETA

Sin bajar la guardia

Este pueblo español tiene personas que luchan por nuestra libertad como los de “Dignidad y Justicia”

Han pasado cinco años desde que Daniel Portero pidió apoyo al Parlamento Europeo. A «Dignidad y Justicia» les habrán parecido cinco siglos. Pero para muchos españoles lo conseguido ahora tras la visita de una comisión parlamentaria encabezada por la europarlamentaria francesa Agnès Evren, representa un aliento, una prueba de confianza en una sociedad sufrida, que no merece ni que la engañen, ni que la ningunee una clase política capaz de vender la dignidad nacional por un puñado de votos o unas chantajeadas cuentas de los PGE. Arropada por otros tres eurodiputados de Malta, Rumanía y Polonia y por los españoles Dolors Montserrat (PP), Cristina Maestre (PSOE) Maite Pagazaurtundua (C,s) y Jorge Buxadé (Vox), Evren ha constatado la necesidad de «abrir una ventana contra la impunidad, al constatar que más del 40% de los crímenes de ETA no han sido aclarados», 65 de ellos previos a la Ley de Amnistía de 1977, 314 cometidos con posteridad.

En un estudio minucioso, «Los agujeros del sistema» (1) Juan F. Calderín señala «errores judiciales graves» cometidos en la década de los 80. En defensa de nuestra justicia debo decir que aquella ola de asesinatos en toda España era difícil de prever incluso para las FCSE; que Francia no colaboraba y que el terror en que vivía la sociedad vasca afectaba a los propios magistrados. Pero, sobre todo, se debió a que los asesinos encontrasen cobijo en una sociedad en parte contaminada, en parte cobarde. De ahí el fondo de responsabilidad colectiva que subyace en la denuncia de los europarlamentarios. Si con nombres y apellidos se señalan hoy a 35 dirigentes que, aunque no fuesen autores materiales de los asesinatos, si eran responsables de cursar las órdenes: ¿a qué viene ahora tanto homenaje?; ¿a qué la vanagloria de haber derrotado a España?; ¿a qué tanta consideración por parte de nuestro Gobierno?; ¿tanto miedo le tiene el PNV a una coalición PSOE-Bildu-Podemos, que ya domina los municipios de Irún y Eibar?.

¡Y tienen la cara de quejarse del sistema de financiación autonómica!.

No me extraña que una admirable Elvira Roca, defendiendo con razón a su Andalucía natal, proponga un referéndum nacional y «que se vaya quien quiera, pero que los que nos quedemos seamos iguales». ¿Es que el concierto económico de Cánovas de 1878, renovado por Franco en 1937 y recogido por la Constitución de 1978, les reconoce no solo diferentes, sino superiores?

Lo triste es que todo esto ya está asentado en nuestra vida corriente. Y cuando pensamos en alternativas, vemos como partidos en la oposición hacen de la estupidez la forma más directa para llegar al suicidio político. Aquel que tan bien definía Rousseau: «la autopsia tras la muerte de cualquier partido siempre es la misma: suicidio».

Recientemente el Tribunal Supremo, ha confirmado una sentencia de la Audiencia Nacional de 2020 condenando a María Soledad Iparraguirre (a) Anboto, por «dar la orden de asesinato y suministrar explosivos» en el atentado que causó la muerte en León el 22 de diciembre de 1995 al Comandante del Ejército Luciano Cortizo e hirió gravemente a su hija y a tres transeúntes. Las instrucciones eran tan concretas que recriminaba fallos anteriores en la colocación de bombas lapa, como el cometido en Salamanca en el que sobrevivió el entonces Capitán del Ejército Juan José Aliste (2) aunque perdiese sus dos piernas. Acababa de dejar a sus hijas en el colegio. «Anboto» quería más dolor.

La sentencia abre una puerta para imputar a los responsables de verdaderos años de terror que llegaron a lo más profundo de nuestra sociedad, propiciando incluso vergonzantes pactos –como el de Carod Rovira para Cataluña- en los que se prostituía nuestra dignidad como pueblo a niveles degradantes.

Todo esto se vería con otra óptica, si los secuaces y simpatizantes de ETA –hoy etiquetados con otra marca blanca que da soporte a nuestro Gobierno- mantuviesen silencio sin alardes –lo que les pedía Fernando Aramburu en «Patria»– y no persiguiesen objetivos políticos determinantes, nacidos de minorías muy activas que se mueven entre mayorías, aun hoy, cobardes. Se vería con otra óptica, si el Partido Socialista no repitiese la deriva, como ya hizo a mitad de la Segunda República cuando las derechas ganaron las elecciones, de integrar un Frente Popular.

No quiero terminar sin dejar un mensaje positivo, porque creo que este pueblo español tiene personas que luchan por nuestra libertad como los de «Dignidad y Justicia». Que tienen fe en nuestro futuro y valentía en nuestro presente. En resumen: que no bajan la guardia.

Por esto, a pesar de todo, sigo creyendo en España.

(1) . Juanfer Calderín. Ed. Ikusager. 2015.

(2) . Muy querido en su Zamora natal y en Salamanca, se convirtió en un luchador incansable contra ETA. Ascendido a Comandante, murió en Junio de 2020.