Aniversarios

¿Qué nos ha pasado?

Han pasado 43 años, que no son pocos en la vida de un país como España tan dado a las convulsiones, los cansancios, los cambios caprichosos y la pérdida de memoria

Las solemnes celebraciones, como esta de la Constitución, sirven, si es que sirven para algo, para reavivar la memoria. Se prestan a la reflexión, saliendo del atolondramiento y huyendo de nostalgias inútiles. Han pasado 43 años, que no son pocos en la vida de un país como España tan dado a las convulsiones, los cansancios, los cambios caprichosos y la pérdida de memoria. Y en este tiempo no nos ha ido mal del todo, aunque no faltan los que pretenden volver a las andadas, a los fracasados tiempos de nuestros abuelos, poniendo todo patas arriba. El caso es que algo pasa. Sentimos que el pulso de la nación está más débil, menos vigoroso, con inquietantes arritmias. Será que hemos envejecido todos sin darnos cuenta.

En el aniversario de la Constitución del 78, que llamamos de la concordia con no poco fundamento, uno, que vivió de cerca aquel momento histórico, se hace preguntas elementales sin esperar ninguna respuesta definitiva. ¿Qué nos ha pasado? ¿Qué ha sido de aquel entusiasmo con que superamos entre todos las tremendas dificultades del camino y alcanzamos la democracia y, enseguida, la incorporación a Europa? ¿Qué fue de aquella Europa soñada? ¿Qué ha pasado con la clase política, tan respetada entonces, tan denigrada hoy? ¿En qué ha quedado el respeto reverencial al Parlamento, templo de la soberanía nacional, convertido ahora en escenario de taberna, en el que se representa otra vez la escena de los garrotazos de Goya entre dos bandos? ¿Qué fue de aquella forma de hacer política, basada en los pactos, el consenso y el entendimiento? ¿Y el respeto al Rey que contribuyó decisivamente a la traída y defensa de la democracia y que anda expatriado en los Emiratos? ¿Qué ha ocurrido para que unos renieguen ahora del Estado de las autonomías y otros clamen por la República? ¿Por qué piden algunos un nuevo período constituyente? ¿Qué se pretende con la exacerbación de la memoria histórica? ¿A qué se debe que se pretenda desfigurar la amnistía, o sea, la reconciliación? ¿Qué les ha pasado a los nacionalistas catalanes que tan fervorosamente apoyaron la Constitución entonces?

Cuando uno se hace mayor y observa lo que pasa, suele tener más preguntas que respuestas. ¿Será verdad que este paisaje de desolación y desánimo, en el que se deshilacha el Estado, por la costura de Cataluña y por otras costuras, sobre todo por los populismos de izquierda y de derecha, es porque España ha perdido la guerra contra sí misma? ¿O será, como dice Ortega, que «España es un dolor enorme, profundo, difuso», que «España no existe como nación»?