Política

Yolanda en el Vaticano: Habemus candidati

No hay duda de que estos cuarenta minutos de audiencia papal son un golpe de efecto espectacular de la vicepresidenta

El Papa debió alcanzar este sábado el máximo estadio de felicidad posible al recibir en audiencia a la vicepresidenta Díaz. En primer lugar porque es comunista y ya se sabe que a Francisco le agradan las personas de izquierdas, preferiblemente ateas o agnósticas. El único aspecto que no le debió complacer es que sea española, porque desde que ascendió al solio pontificio no ha tenido tiempo para visitar nuestro país. Es algo realmente sorprendente. Por otra parte, Díaz es una persona de trato muy agradable, inteligente y hábil. Las imágenes muestran la satisfacción papal y la complicidad que surgió entre ambos. Cada Santo Padre imprime un determinado carácter a su mandato y el actual ha optado por el populismo peronista pensando, seguro, que es lo mejor para el futuro de la Iglesia. Como desconozco si lo hace bajo la sabia inspiración del Espíritu Santo o ejerce su libre albedrío, habrá que esperar a que concluya para hacer un balance con perspectiva temporal.

La cariñosa entrevista queda lejos de los tiempos del cura don Camilo y el alcalde comunista don Peppone, los inolvidables personajes creados por el escritor Giovanino Guareschi. Era la época de la posguerra y sus libros, con unas magníficas adaptaciones cinematográficas, son muy divertidos, aunque muestran un comunismo ridículo, en ocasiones grotesco, alejado de lo que realmente ha sido esta ideología, que es una de las mayores expresiones de la maldad humana. La Iglesia siempre ha sido perseguida en los países gobernados por los camaradas de don Peppone y muchos arzobispos, obispos, sacerdotes, así como monjas y monjes han sido encarcelados, torturados y asesinados. Donde todavía gobierna el comunismo, al margen del nombre que adopte para camuflarse, la Iglesia tiene enormes dificultades para realizar su labor.

La normalización del comunismo es un signo de nuestro tiempo y lo es también que el Papa se sienta cómodo, porque ya no queman iglesias y monasterios. No hay que olvidar la capacidad camaleónica que tiene esta ideología, que también ha contado con personas bien intencionadas. El problema es que las liquidan cuando alcanzan el poder. Es bueno observar qué sucede en los países donde se ha adaptado y asume nuevas siglas como en Venezuela. Yolanda Díaz siempre me ha parecido más una comunista estética o una socialista próxima a lo que era el radicalismo del PSOE en los primeros años de la Transición. Por eso la sitúo entre los comunistas bienintencionados que he conocido a lo largo de mi vida. No me sorprende que se lleve mal con las huestes podemitas y quiera hacer una plataforma a su medida en la que podría caber, dicho irónicamente, el propio Francisco.

El populismo es otro de los signos de nuestros tiempos y el sucesor de San Pedro es una depurada muestra de ello. No hay duda de que es un personaje muy interesante, aunque falto del carisma avasallador y bondadoso de san Juan Pablo II o de la talla intelectual y humanidad de Benedicto XVI. La Iglesia es una obra de Dios dirigida por hombres, con sus grandezas y miserias, que ha sido capaz de sobrevivir durante más de dos mil años y hay que contemplarla desde esa perspectiva. Es divertido observar a la cantidad de sepulcros blanqueados que existen tanto en los despachos episcopales como entre los laicos a su servicio. Son los mismos que critican en privado al Santo Padre y lo ensalzan en público. Al final todos se adaptan para sobrevivir. Francisco lo sabe muy bien, porque vivió en una dictadura siendo arzobispo de Buenos Aires. Los aires del laicismo anticlerical son muy peligrosos porque arrasan lo que encuentran a su paso y la Iglesia tiene muchos intereses que defender en España.

No hay duda de que estos cuarenta minutos de audiencia papal son un golpe de efecto espectacular de la vicepresidenta. El Papa es una de las figuras más importantes del mundo y tiene mucho predicamento entre la izquierda política y religiosa. Por ello, Sánchez debería empezar a preocuparse, porque Yolanda ofrece una imagen de moderación que le puede resultar enormemente útil. Es una candidata que no genera rechazo. Ahora cuenta con la «bendición» de un Papa populista que resulta muy simpático a los políticos, periodistas y medios de comunicación de izquierdas. Es una lástima que no salieran al balcón y Francisco levantara la mano de la vicepresidenta diciendo «Habemus candidatus praesidenta Hispania».

La vicepresidenta ha hecho un nuevo amigo. La sonrisa complaciente de Francisco refleja esa sintonía que le será enormemente útil. No tendrá la suerte de don Camilo que hablaba con el Cristo del altar mayor de su iglesia, pero en estos tiempos de los teléfonos móviles podrá llamarle y pedirle consejo. La derecha política y mediática clerical, especialmente esta, no le podrá criticar porque cómo se puede cuestionar a quien es recibida en el Vaticano con todos los honores. Al final de esta historia, Sánchez se puede encontrar con un grave problema electoral, ya que es una rival que sabe aprovechar la vicepresidencia para crear una candidatura creíble alejada del antipático radicalismo de Pablo Iglesias y sus dos herederas. Las sonrisas de Francisco y Yolanda son un buen cartel para movilizar a la izquierda cristiana sin inquietar a los agnósticos y los ateos mientras se desarma a una derecha mediática que tiene que someterse a las directrices emanadas del Vaticano para preservar el statu quo, la aportación estatal y no sufrir cambios legislativos que la perjudiquen.