Luis María Anson
Canela fina | Pedro Casals, compañero del alma, compañero
«Profesor de Literatura en la Universidad californiana de San Diego, trabajó en la Nasa, participó en el Proyecto Apolo y ganó el Premio Cavia»
Antes que nada fue una gran persona. Se distinguió por la integridad, el aliento espiritual, el sentido de la amistad, el amor familiar. La muerte de Pedro Casals me ha consternado. Colaboramos juntos en el ABC verdadero y tuve siempre conciencia clara de su calidad humana. No presumía de nada. Había hecho una carrera brillante. Fue profesor de Literatura Española en la Universidad de San Diego en Estados Unidos. Trabajó en la Nasa. Participó en el Proyecto Apolo. Ganó el Mariano de Cavia, toisón de oro de los premios periodísticos. También el Ateneo de Sevilla. Fue varias veces finalista del Planeta. Nunca hablaba de sus éxitos. Era la sencillez permanente, ajeno siempre a cualquier altivez, al menor aspaviento. Sentía devoción por su hermano Mauricio y esa devoción era recíproca. La moderación y la prudencia, la firmeza de ideas y sentimientos, presidieron su vida. Rindió siempre culto a la amistad, al alma de las almas, como decía Lope de Vega.
Escritor destacado, publicó una docena de novelas del género negro y algunos de sus personajes alcanzaron popularidad general. La crítica especializada subrayó en el novelista Casals la actualidad del mensaje intelectual; la solidez de la arquitectura de sus novelas; el acierto de sus diálogos; la solidez psicológica de sus personajes, Salinas, Sonia, la mujer de ojos de niebla; y la capacidad para plantear graves problemas morales y dejar que el lector los resolviera.
Fue también Pedro Casals un poeta de profundo aliento lírico. Dediqué un artículo a su libro Adentros de mis arcanos, donde brillaban los sentimientos que vertebraron su vida. Era yo director del ABC verdadero y ganó el premio Mariano de Cavia. Se presentó sin decirme una palabra. Escribía artículos excelentes. Y ganó el Cavia a pulso.
Se situó enseguida por encima de vanidades y oropeles y ha pasado los últimos años de su vida personal y literaria en la discreción. Desde aquel tiempo dorado de los ochenta han pasado muchas cosas, pero siempre he conservado mi admiración por Pedro Casals. También la admiración por su obra literaria y por su hombría de bien. Y al decirle «hasta pronto, querido Pedro, hasta pronto», puesto ya el pie en el estribo, traigo el recuerdo de Cervantes, «que amistades que son ciertas, nadie las puede turbar».
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