Política

El “no” como arma

Compleja la interpretación de nuestro “no” como adverbio de negación. Común también en otras lenguas románicas, en algunos casos admite dos versiones (1). Normalmente unido a otra negación conlleva efectos positivos, lo que no es nuestro caso: “no hay nadie en casa” es aceptado por nuestra gramática. Comportamiento en resumen, que lo diferencia de los adverbios convencionales, utilizado a veces como prefijo –países no alineados-, otras como logo –”no fotos”, “prohibido decir no”, sin descartar su utilización –desde luego no recomendable- como latiguillo de fin de frase, reclamando un ¿me entiendes?, ¿me explico?.

Pero no va de gramática mi reflexión: va del contumaz “no a la guerra”

A consecuencia de la crisis de Ucrania, nuestro Gobierno ha ordenado el despliegue de unidades militares fuera de nuestras fronteras, de acuerdo con compromisos suscritos con organizaciones supranacionales. Y ha vuelto el “no a la guerra”, en este caso con menguada fuerza, suscrito por contados elementos residuales de la guerra fría que aún sueñan con paraísos liderados por Moscú, con sucursales democráticamente tan envidiables como las instauradas en La Habana, Managua o Caracas. No han tenido más eco, porque la potente maquinaria ventiladora del partido mayoritario en el Gobierno se ha inhibido.

Muy lejos queda aquel bien organizado movimiento que sacó a la calle a millones de españoles un 15 de Febrero de 2003 (2) con motivo de nuestra participación en la guerra de Iraq. Cierto que ya se intuía la mentira sobre las armas de destrucción masiva, como también es cierto que el despliegue se apoyó en Resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Aquella intuición sobre el engaño, la “foto de las Azores” y una campaña bien orquestada, hicieron el resto. No son pocos los analistas que creen que aquella organización fue la que gestó un 11 de Marzo de 2004, tres días antes de unas elecciones generales, aunque se les fuera de las manos. Lo cierto es que entre ambas cambiaron el espíritu de la Transición: a corto plazo con el trágico desgarro de cientos de víctimas inocentes; a medio plazo con consecuencias aún hoy imprevisibles.

Volviendo a Ucrania, pensando en las fuentes de energía que puedan abaratar nuestros costes de producción y nuestras economías familiares e incluso pensando en nuestros vecinos del sur, hemos maniobrado con cautela más cerca de las políticas sajonas que de las prudentísimas europeas, mas atadas estas al gas procedente del Este o de los importantes negocios que desarrollan sus empresas en Rusia.

En pasados despliegues varias generaciones de soldados vivieron aquel “no a la guerra”. Los mismos que conociéndolas, intentaron paliarlas con la disuasión o con la “imposición de la paz”; los mismos que a la hora de la verdad afrontaron esfuerzos y sacrificios; los mismos que obedecieron órdenes del gobierno de turno. De ahí mi queja sobre el empleo del “no a la guerra” como arma política, por su repercusión sobre el ánimo de las fuerzas desplegadas, que necesitan el calor de su sociedad.

Si el despliegue de ahora en fronterizos espacios terrestres, navales y aéreos de Ucrania lo hubiese hecho un gobierno de Rajoy , imagino lo que tendríamos, máxime cuando el “no” y su forma reiterativa “no es no” se ha convertido en el sistema de dialogo político en una España otra vez semejante a la que describió Machado: “Españolito que vienes/al mundo, te guarde Dios/ una de las dos Españas/ ha de helarte el corazón”.

Porque nuestro día a día se compone de unos proponiendo y otros rechazando (3), rompiendo aquella consigna de la Transición –”a ver como lo arreglamos”- que tantos beneficios nos reportó. Pero llevamos años sin hacer pedagogía del entendimiento. Al contrario se fomenta el odio y la exclusión. Con palabras o frases hechas -fascista, comunista, botifler- se excluye, se sentencia, se condena al otro.

Nada me importaría, si esto no afectase a nuestros militares desplegados, que asumen sacrificios familiares, graves responsabilidades y consecuentes riesgos. ¿Imaginan el temple de un joven Capitán pilotando un Eurofighter sobre el cielo de Lituania, obligando a identificarse a un avión de línea comercial con 180 personas a bordo? ¿Y si equivoca el botón?. ¿Y si un suboficial en El Líbano confunde unas sombras que no responden a la voz de alto sobre la línea de demarcación y dispara porque debe proteger a sus hombres de posibles atentados suicidas?.

Nuestros contingentes necesitan, insisto, el respaldo no solo del Gobierno sino de su pueblo y de la opinión pública. Guardo experiencias que no deberían repetirse, de políticos que se valieron de nuestro esfuerzo y nuestro dolor –incluso asumiendo errores propios siempre posibles en tiempos de tensión- como armas de acción política.

  • (1) “ne” y “non” en francés; “non” y “no” en italiano.
  • (2) Solo superado por las que siguieron al asesinato por ETA de Miguel Ángel Blanco
  • (3) Lo resume aquella frase de Kennedy a Khrushchev: “para ustedes lo suyo es suyo; lo de los demás es negociable”