Educación

La Educación según Frankenstein

Una vez devaluados los contenidos educativos y liquidado el valor del esfuerzo, ahora toca rebajar el nivel del profesorado y para ello, qué mejor que eliminar la exigencia de las pruebas para llegar a ser docente.

Sin duda, dentro de poco tiempo, se recordará el mandato del actual ejecutivo social-comunista como un periodo negro de la historia democrática de España. Desde su formación, hizo honor a su nombre popular de «Gobierno Frankenstein» y está confirmando el acierto de esa denominación a medida que avanza la legislatura. Recordemos la novela de Mary Shelley y, más aún, la película basada en ella; en concreto, la escena en la orilla del lago, cuando la criatura en principio amigable se revela como lo que realmente es: un monstruo. En una emergencia social sin precedentes, la peor pandemia en cien años, España ha tenido la fatalidad de estar dirigida por un engendro que está programado para la supervivencia a cualquier precio (el PSOE sanchista), sustentado sobre dos patas gangrenadas (ERC y Bildu) y cuyo corazón late al ritmo de los antisistema (Unidas Podemos).

Nos encontramos ante un gobierno tan numeroso que con sus integrantes se podrían formar dos equipos de fútbol, pero esa cifra indecente de ministros no se traduce en eficacia, sino en una labor penosa en la que el despropósito del miércoles hace olvidar el del lunes y, así, semana tras semana, mes tras mes. Su falta de criterio, preparación y capacidad les ha llevado a adoptar trágicas decisiones políticas, cuando lo que correspondía eran decisiones sanitarias, a holgazanear en vez de coger el toro por los cuernos y a mentir constantemente para ocultar todo esto y seguir instalados en La Moncloa.

Pero lo peor, en mi opinión, es que este gobierno de contradicciones y trifulcas permanentes, donde unos ministros nos quieren tener a dieta de habas y otros nos recomiendan chuletón, hay algo en lo que todos están de acuerdo: el empeño en rebajar la calidad del sistema educativo. La razón es muy sencilla: para políticos como los que he descrito en las anteriores líneas la mejor forma de perpetuarse en el poder es hacer de los jóvenes de hoy los ciudadanos sin criterio de mañana. Tienen tanto interés en conseguir una sociedad más manipulable que no han renunciado a mecanismo alguno que fomente la mediocridad. Así, el ataque a la formación sólida de las nuevas generaciones se ha desplegado sin fisuras y desde todos los frentes.

Empezando por la base, han degradado la calidad de lo que se estudia, mediante la elaboración de unos currículos del más bajo nivel, reduciendo los saberes básicos que deben tener los alumnos, dejando que cada comunidad autónoma haga lo que le parezca y regando los contenidos con ideología feminista, ecologista, memoria democrática y otros postulados del manual del buen progre. Rebajados los conocimientos, el siguiente manotazo lo han lanzado contra el esfuerzo y el mérito. ¡Viva el aprobado general! El Bachillerato se titulará con una asignatura suspendida, se pasará de curso en la ESO sin límite de suspensos… Todo vale. Eso de memorizar y estudiar es algo del pasado, caduco, ahora lo importante es el enfoque socioemocional de las matemáticas, la perspectiva de género de la geometría y, eso sí, garantizar la permanente felicidad del alumno.

Una vez devaluados los contenidos educativos y liquidado el valor del esfuerzo, ahora toca rebajar el nivel del profesorado y para ello, qué mejor que eliminar la exigencia de las pruebas para llegar a ser docente. Dicho y hecho. El gobierno social-comunista está amoldando a sus intereses estas pruebas de acceso, dando mayor peso a la experiencia que a los conocimientos e incorporando a miles de nuevos maestros y profesores de manera indefinida sin oposición. Esto no responde a criterios objetivos ni garantiza la idoneidad de quienes obtienen plaza, pero sí propicia que los beneficiados ingresen en las filas de la afinidad por agradecimiento. Para que nada falte, mediante la nueva Ley Orgánica de Educación le han dado un zarpazo a la libertad de elección de los padres, la educación concertada y la especial. Este gobierno social-comunista tan perezoso para resolver los problemas de los ciudadanos es hiperactivo y eficaz para hundir nuestro sistema educativo.

Menos mal que existe otro modelo, el de la Comunidad de Madrid, apartado de la ideología y basado en la libertad, la igualdad de oportunidades y en la calidad de la docencia y los contenidos. Ahí está nuestra alternativa para la educación, bien engrasada, en funcionamiento y preparada para hacer frente a los empujones de Frankenstein.

Enrique Ossorio Crespo, es Consejero de Educación, Universidades, Ciencia y portavoz del Gobierno de la Comunidad de Madrid