Isabel II del Reino Unido

Canela fina | Isabel II, 70 años de estabilidad democrática

«El pueblo británico ha vinculado el interés general de su nación a la persona de Isabel II»

Luis Calvo, el olvidado director de ABC, el inolvidable maestro de periodistas, conocía a fondo Inglaterra y sus instituciones. Fue en Londres un deslumbrante corresponsal. Una noche me explicó en su despacho del periódico en Serrano que la descomposición del Imperio británico había sido una de las operaciones políticas más certeras de la Historia. Inglaterra perdió su Imperio, como deseaba Estados Unidos, como exigían los tiempos nuevos de los derechos humanos, pero conservó a través de la Commonwealth una presencia real y mantuvo a su Reina en la Jefatura del Estado de una veintena de naciones, entre ellas Australia, Canadá y Nueva Zelanda.

El domingo pasado el pueblo británico celebraba con sincero júbilo que su Reina cumpliera 70 años en el trono. Tan dilatado tiempo en un cargo de semejante importancia no se puede conseguir sin especiales cualidades de prudencia, moderación e inteligencia, de sagaz sentido político. A lo largo de mi dilatada vida profesional solo he estado fugazmente en tres ocasiones con la soberana inglesa: dos en Madrid, en cenas oficiales en el Palacio Real y en el Palacio de El Pardo y una en Londres, formando parte del séquito de Don Juan de Borbón. En la cena de El Pardo me presentaron como director de ABC. Isabel II me miró con curiosidad y dijo: «ABC, yes, a morning paper…» y me dio la enhorabuena por la calidad del periódico.

La impresión que saqué de aquella mujer pequeñita que era Isabel II, fue la de la sencillez, la curiosidad y una sorprendente timidez. Sin embargo, tenía algo distante difícil de explicar. Me contaron luego las impresiones de la Reina en el Panteón de Reyes del monasterio de El Escorial. Felipe II, Rey consorte de Inglaterra, el monarca más poderoso del mundo con un imperio en el que no se ponía el sol, al que incorporó Brasil y el resto de los dominios portugueses, organizador de la Armada Invencible, está siempre presente en la Historia británica.

Churchill, en fin, que admiró a Isabel II afirmaba que, junto al poder legislativo, ejecutivo y judicial de la democracia, existía un poder histórico: el de la Monarquía, cuando el pueblo vincula el interés de la nación al de la persona real.

Luis María Anson, de la Real Academia Española