Defensa

El otro lado de la colina

Lo que me preocupa seriamente es que nuestra clase política tampoco intuye, tampoco ve más allá de un período electoral y lucha solo por la asunción de un poder con fecha de caducidad

Liddell Hart, uno de los mejores historiadores de la Segunda Guerra Mundial, hace suya esta frase, valorando los méritos de los generales –alemanes o aliados– que intuían lo que podía llegar, lo que se ocultaba «detrás de». La frase procede de una conocida respuesta de Wellington a un amigo con el que galopaba, entreteniéndose ambos en averiguar lo que habría detrás del cambiante horizonte: «no le extrañe amigo que acierte; llevo muchos años de mi vida intentando averiguar lo que puede haber al otro lado de la colina».

Reconozco que carezco de dones suficientes para emular a Sir Arthur Wellesley, el general que nos ayudó a expulsar a Napoleón de España. No puedo intuir, mientras escribo esta reflexión, lo que puede ocurrir en estos momentos en las fronteras ucranianas, ni lo que se cuece a fuego lento en el Sahel entre otros muchos puntos de fricción. Solo sé, que el primero repercute negativamente en el precio de los carburantes y el segundo sobre Canarias sometida a una presión de migración ilegal que asfixia a sus servicios asistenciales. Tampoco intuyo lo que se trata en los pasillos de la sede neoyorquina de Naciones Unidas sobre Marruecos y el Polisario, que tanto nos afecta. Incluso, añadiría en clave interna, que no puedo atisbar cuales van a ser las consecuencias de unas precipitadas elecciones autonómicas cuyo último capítulo se ha escrito en Castilla y León. Solo sé que en menos de dos años 394.000 ciudadanos han cambiado el sentido de su voto, muestra clara de la falta de solidez de «un proyecto sugestivo de vida en común» consecuencia de la «grave enfermedad que España sufre» como lo definía en su «España Invertebrada» Ortega y Gasset hace cien años (1). Seriamente preocupado añadía: «no puede esperarse ninguna mejoría apreciable en nuestro destino mientras no se corrija previamente este defecto ocular que impide al español medio la percepción acertada de las realidades colectivas».

Pero no debe ser motivo de preocupación el que yo no alcance a prever, limitado por el peso de mis años y por falta de conocimientos. Lo que me preocupa seriamente es que nuestra clase política tampoco intuye, tampoco ve más allá de un período electoral y lucha solo por la asunción de un poder con fecha de caducidad, sometido a inseguros vaivenes, algunos sazonados con agrios ataques personales. Distinguía bien Bismark al político del estadista: el primero de corto alcance; el segundo el «capaz de intuir, oreja sobre la hierba, el sentido del galope de los caballos de la Historia».

Y éstos que no intuyen, y dudo que conozcan la Historia, no saben que ante una situación de crisis, en la que se entremezclen «maskirovkas»(2) disuasiones, minorías étnicas y gaseoductos, cualquier chispa puede desencadenar un conflicto grave como lo desencadenó la explosión del «Maine» en el puerto de La Habana que nos llevó a la guerra del 98, o el asesinato en Sarajevo del Archiduque Francisco Fernando heredero de la corona Austrohúngara que desencadenó la Primera Guerra Mundial. ¿Puede compararse hoy la situación en Lugansk y Donestsk con la de los Sudetes checoslovacos con mayoría de población alemana, anexionados por Hitler en 1938?

Releer hoy «La España Invertebrada» de Ortega equivale a mirarse en el mismo espejo. ¡Como si no hayamos aprendido nada en cien años! ¿Dónde están las «minorías con misión histórica de elevarse a la condición de modelos y convertirse en norma y guía de conducta de las masas»? ¡Tanta distancia entre su idea de «España como proyecto» diseñada con visión de futuro y la actual doctrina oficial anclada obsesivamente solo en el pasado!

No puedo aproximarme más a la cima. No puedo predecir cual va a ser el nuevo Concepto Estratégico de la Alianza Atlántica que deberá aprobarse en la Cumbre de Madrid a finales de Junio; ni sé si la Unión Europea diseñará su «Strategic Compass» (3) con el que lleva trabajando desde 2016. Si sé que los hechos van a otro ritmo. Que Francia «quemada» en Mali donde despliega desde 2013 con enormes esfuerzos, quejosa en cierto sentido por la falta de apoyo europeo, ve cómo el actual régimen de Bamako se inclina por la ayuda rusa apoyada en mercenarios de una extraña empresa «Wagner», que les recuerda el trabajo sucio de la norteamericana «Black Water» en Iraq.

En aquella zona, solidarios, tenemos desplegados más de 600 efectivos (4). Esto sí me preocupa. Son los que merecen una retaguardia vertebrada y una política internacional segura.

Me preocupa, cuando no atisbo al otro lado de la colina, más que un precipicio de egoísmos, de faltas de liderazgo, de rumbos inciertos, incapaces de afrontar los frecuentes vientos desfavorables de la Historia.

(1) La primera edición es de 1921.

(2) Mascarada; engaño. Técnicas habituales enraizadas en la vieja doctrina soviética. En lenguaje OTAN, «military deception».

(3) «Brújula estratégica».

(4) 80 en Senegal; 575 en EUTM Mali; 8 en EUTM República Centroafricana.

Luis Alejandre Sintes, es general (r).